Ruben Darío Ceballos Mendoza

Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*

Es evidente a lo largo y ancho del orbe el desencanto y la erosión de la democracia, lo que constituye un fenómeno ampliamente debatido y analizado. No hay duda de ello, toda vez que vivimos tiempos turbulentos y gobernabilidad y gobernanza son cada vez más complejas y desafiantes. Además de lo cual, existe la coincidencia que es indispensable defender y robustecer a la democracia frente a los peligros que la debilitan, ya que sus problemas contemporáneos pasan por demagogia, populismo estatismo, autoritarismo, polarización, fanatismo, violencia política y desinformación, entre otros aspectos. No se ha querido entender que la democracia debe estar más allá de la retórica o los afanes discursivos; y, que su defensa requiere de compromisos plenos y permanentes para fortalecerla, profundizarla, perfeccionarla, y apuntalarla para resguardar sin excepciones ni exclusiones, los derechos y libertades de la gente

No podemos olvidar que los derechos existen y persisten, siempre que haya detrás de ellos una estructura para garantizar su satisfacción. Invertir en democracia es una garantía para más libertad y derechos para la gente; y defenderla, implica alzar potente la voz frente a las arbitrariedades y los abusos de los autócratas y sus dictaduras o en camino a ellas. Gobiernos en democracia no deben ni pueden tolerar la normalización de desmanes, hacerse los de la vista gorda, mirar hacia otros lados, normalizar regímenes despóticos violadores de derechos humanos.

No puede permitirse que nuestras democracias sean endulzadas con insustanciales retóricas, líricos argumentos y lugares comunes, sino con acciones concretas en la realidad, a efecto de no seguir incrementando de gran manera desilusión y apatía entre ciudadanía y comunidad. los ciudadanos. La democracia requiere y exige respecto y que se cumplan a rajatabla sus postulados.

Necesario es entonces, que actores políticos y ciudadanía asuman la democracia como una forma de vida, muevan todas sus articulaciones, armonizaciones, conveniencias, engranajes, coincidencias y elementos que la constituyen, para hacerla funcionar de forma plena. Comprender que vivir en democracia implica en contexto de obligación permanente la ejecución a tope de acciones públicas e institucionales positivas y apropiadas en cuanto a la inversión y el financiamiento, a efecto de tutelar adecuadamente los derechos en su integralidad y sin restricciones de las personas si es que queremos más y mejor democracia, lo que indica que cabalmente se financie a todos los organismos, entidades e institutos que promueven la discusión de los valores democráticos en todas y cada una de sus formas.

Fundamental es también, y de ello no cabe la menor duda, asegurar que las fuentes de financiamiento público aseguren la autonomía financiera de las instituciones electorales respecto a la entrega puntual y suficiente de recursos para la realización técnica y eficiente de los comicios, con lo que se garantizaría equidad e imparcialidad; y, hoy, más que nunca, ante los muchos embates que sufre, deben apoyarse y financiarse las distintas iniciativas de cooperación referentes a la defensa, preservación, fortalecimiento y consolidación de la democracia, a través de planes , proyectos y programas de fortalecimiento del Estado de derecho, régimen democrático, gobernabilidad y procesos electorales, entre ellos la observación electoral técnica, imparcial y neutral; lo que hará que la democracia sea esencial para el desarrollo social, político y económico de los pueblos; puesto que es ella, la democracia, patrimonio intangible de todos, de ahí que invertir en su defensa y fortalecimiento es invertir en el sustento principal para impulsar el desarrollo económico, social y productivo de los pueblos, robustecer su resiliencia frente a los grandes retos y desafíos que nos presenta.

*Jurista. rubenceballos56@gmail.com

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