Periodista Iván Meneses

Por: Iván Meneses Periodista.

Alrededor de la quebrada que era conocida como la escubilla en el corregimiento de Zapatosa, Cesar, encontramos grandes  árboles de ñecas y ceibas que son hogares de aves, iguanas y otros animales.

Hubo un  árbol que marcó la diferencia entre los  demás árboles por su aspecto  tenebroso, y que llenaba de pavor a  visitantes y habitantes de este corregimiento  cuando pasaban cerca  o lejos de  este.

HISTORIA DE “LA GRAN CEIBA”

Cuentan los abuelos en Zapatosa que “La Gran Ceiba”  parecía sacada de una película  de terror por una raja  de mayor proporción que  la caracterizaba.

Los ancianos  afirman que fueron las brujas del pueblo y de las veredas circunvecinas, quienes las rasgaron con sus  afiladas y largas uñas con la ayuda  de vampiros  convertidos en murciélagos para convertirla en su guarida. Otros  afirman que el inmenso hueco fue ocasionado por los años de antigüedad que tenía. Y sí, que lo fue, porque en ese árbol habitaban decenas de murciélagos y un toro negro con candela en los ojos.

En la población se habla que existieron mujeres, quienes eran brujas y se convertían en pájaros gigantes.  A partir de las seis de la tarde en punto, estas señoras se convertían en  animales voladores y llegaban hasta la Ceiba. Ahí  se transformaban en humanas y desnudas danzaban, reían y cantaban como tratándose  de un ritual en compañía de los murciélagos.

Los pobladores que vivían  cerca del lugar, cuyos patios de sus casas quedan detrás de la Ceiba, al escuchar a las criaturas se llenaban de miedo, ya que después de aquel diabólico ritual volaban hasta los techos de las viviendas para asustar, chuparle la sangre y desaparecer a niños recién nacidos que no estaban bautizados. A  los borrachos y personas que estuvieran deambulando por las calles hasta tarde de la noche y la madrugada, se los llevaban y aparecían  al día siguiente desnudos, mordidos y chupados en el cementerio o en la Ceiba. Otras brujas   peinaban y le hacían trenzas a los caballos que encontrarán en corrales y potreros.

En aquella época el corregimiento de Zapatosa aún no contaba con energía eléctrica, situación que aprovechan las brujas y espíritus malignos  como: la llorona loca, el toro negro con ojos incandescentes la madre monte, el caballo de tres patas, la luz corredora, animas en  sepelio y otros seres, quienes habitaban  en el sector de las quebradas de las mujeres, de los hombres y en la Ceiba.

Narran nuestros ancestros que de ese lugar salían a recorrer las calles, patios y sabanas del pueblo a cometer sus propósitos y quizás matar de un ataque al corazón a aquellos que se le aparecieran de frente. Para evitar que esos espantos entrarán a la casa, recomendaban nuestros padres no abrir ventanas y puertas, ni mucho menos dejarse ver. Además, reprenderlos con oraciones a Dios y en nombre de Jesucristo.

Llega el año de 1.980 y con él la primera planta eléctrica que era encendida por los señores Hostin Zayas, Jaiver Pérez y el popular César. Los trabajos de prender la máquina para abastecer de luz eléctrica al pueblo era de 6:00 a 8:00 o 9:00 p.m.

Los espantos hacian  sus apariciones en sectores donde no podían ser alcanzados por la luz, como en la extensa sabana, patios y cementerio.

Al apagar la planta eléctrica, de inmediato aparecían los espíritus malignos en la plaza del pueblo. Las brujas caminaban y al tiempo reían en los techos de casas y en el campanario de la iglesia.

En el  2005 tuve la oportunidad de  fotografiar a la Ceiba . En ese año contaba con 200 años de existencia, según datos suministrados por habitantes de la población.

Actualmente la misteriosa Ceiba no existe. Al parecer fue talada por personas que decidieron acabar con ella para así acabar también con los malos olores y las apariciones. Otros aseguran que así  como nació, así murió, ¡sola!

Árboles de ñecas en Zapatosa, Cesar
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