Por: MELANIO ZUÑIGA HERNANDEZ

Se ha dicho, con razón o no, que los partidos que constituyen la dinámica de la historia humana, no están desprovistos de principios, de ideas y de ideales, constituyéndose esta en su faceta externa y visible; sin embargo, no debemos desconocer que, en el fondo, son alimentados por una fuerza pasional que no se ve, pero suele ser mucho más poderosa que aquellos principios e ideales que los sostienen. De lo que se concluye que esa pulsión interior que divide tiene un enorme poder que cala profundamente en el cerebro de las personas y termina condicionándolos.

Conocido es que desde que se tiene memoria en la Grecia clásica, fueron los sin razones, el egoísmo descarnado, las fuertes ambiciones personales, los odios, la sempiterna violencia y los sesgados caprichos, los que motivaron el fracaso de las filosofías y doctrinas del ideal de armonía en Grecia, de la Republica platónica, del monumento de Rousseau afianzado en el ideal de la comunidad como centro de toda creación, hasta la revolución socialista nutrida en los principios humanistas. Todas estas grandes aspiraciones fueron devoradas por las llamas de los partidos políticos con sus fueros incandescentes.

Los colombianos por igual, no hemos sido ajenos a estos comportamientos y desde un principio experimentamos el amargo aliento del espíritu de los partidos desde la época de Antonio Nariño y Camilo Torres, que se dividieron en Centralistas y Federalistas, creando tan profundos rencores que terminaron enfrentados en armas, permitiendo asi la reconquista de los españoles.

Cabe recordar que después de la Independencia sobrevino el terrible epilogo entre 1825 y 1830, en el que el partido Bolivariano y el partido de los Civilistas se tranzaron en fatales discordias y venganzas que impidieron el ascenso a la libertad civilizada retrocediendo a la barbarie que, con leves pausas se repiten como un símil en nuestros días. Desde entonces el destino de Colombia quedo en manos de los partidos y sus elites dirigentes, y sometidos a un tirano interior invisible pero implacable. 

Desde entonces las mayorías nos hemos acostumbrado a los partidos y creemos ciegamente que sin ellos es imposible la vida política y el desarrollo del país, sin embargo, los mas grandes pensadores de la humanidad como Pericles, Platón, Kant y Rousseau, han advertido sobre el daño que los partidos políticos hacen a los pueblos al destruir su cohesión e integridad y ponerlos en sectas hostiles que menoscaban su vitalidad creadora y limitan su desarrollo.

Los partidos políticos en Colombia se abrogan la autoría de ser los canalizadores de las demandas sociales y transformarlas en decisiones políticas que han promovido el bien común y desarrollo del país; no obstante, y como se refiere generalmente, estos en la práctica solamente representan y trabajan mancomunadamente por la defensa de intereses particulares, contraviniendo claros principios filosóficos y sus normativas como supuestas democracias modernas.

En esa perspectiva el rol de organizaciones políticas encargadas de aglutinar y empoderar a la ciudadanía, asegurar la inclusión y la igualdad de las sociedades, en el entendido que son ellos los responsables de transmitir y canalizar las demandas sociales y transformarlas en decisiones políticas, dada su condición de actores importantes en la garantía de inclusión y la promoción de la igualdad; terminan desvirtuándose con decisiones antípodas por parte de los gobiernos de turno, que de manera recurrente interfieren la aplicación de  proyectos de desarrollo sugeridos, que puedan contribuir en la reducción de las desigualdades, la construcción de la paz y justicia social.

Consciente de estas conductas y la incidencia que deben tener los partidos políticos en el desarrollo, no solo el Colombia sino en todo el mundo, organismos multilaterales como las Naciones Unidas al indagar en diferentes foros como el conversatorio organizado y llevado a cabo en la ciudad de Nueva York por la Alianza Mundial para la Democracia Multipartidaria y el PNUD, en el marco del Foro de Alto Nivel, que se ocupa de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, aprobada en el año 2015 por los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas; han decidido fijar una hoja de ruta hacia un nuevo paradigma en el que, desde un enfoque de derechos, las personas, la igualdad, la inclusión y la sostenibilidad ambiental, toman un rol fundamental.

Lamentablemente transcurridos seis años de aprobación de esta agenda por parte de los diferentes estados signatarios de la ONU, y a escasos nueve años de su culminación, en el que se fijaron objetivos claros sobre la incidencia de los partidos en el desarrollo, son pocos los avances hasta donde se conoce; por tanto importa preguntar, cual ha sido el rol de los partidos políticos en Colombia en pro de un mejor desarrollo de sus habitantes, y hasta donde han sido capaces de exigir al gobierno nacional la formulación y realización de verdaderas políticas públicas que vayan más allá de los subsidios asistenciales, a partir del control político que ejercen como garantes de la inclusión y la promoción de la igualdad de oportunidades en todo el país.

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