Por: José Manuel Herrera Brito
Oportunidad y oportunismo dejan claro en sus definiciones, que no son lo mismo. La primera, debe y hay que aprovecharla con los cinco sentidos en alerta manifiesta; y, el oportunismo, detestable por sí mismo, debe desecharse cual peste invasora, que obstaculiza, entre muchos tropiezos, no ir hacia lo importante por atender apenas lo urgente, quedando lo importante, que es lo que tiene que interesar, relegado a un segundo plano, por razones que no son coherentes, las más adecuadas ni necesarias, perdiéndose de contera la proporción de avanzar en muchos asuntos de primordial jerarquía. El oportunismo se soporta erróneamente en decisiones unilaterales que las más de las veces van en direcciones al garete, de la mano de autoritarismo, inaudita arrogancia y afirmaciones que rozan el esperpento, aprovechando la sumisión de una ciudadanía y comunidad que acepta sin reaccionar la total desmesura.
No nos hemos dado cuenta en verdad de la importancia que tenemos, un de la necesidad de poner cada día y cada vez más en evidencia las carencias de unas malas y peores administraciones. No nos hemos dado cuenta tampoco que estamos obligados en correspondencia y beneficio colectivo a marcar pautas, a ser intransigentes con los malos manejos de los sagrados recursos públicos, dejando de lado lo que realmente debe interesarnos, como es velar a ultranza por nuestros mejores, desarrollo y porvenir.
Estamos nadando en limitaciones informativas, en mentirosas transparencias y rendiciones de cuentas que caminan en detrimento de nuestro bienestar y prosperidad, sobrepasando descarada y marcadamente las líneas de decencia que caen en pautas de conductas non santas que en nada ayudan a edificar los constructos mejores que deberían y tendrían que ser en contexto de buen gobierno, lo que nos llevará a escenarios de integral progreso sin mayores restricciones.
Y si bien cada cual maneja sus propias decisiones, de las que habrán de responderse ante el tribunal de la historia, molesta en grado sumo y a mi entender, los gestos imperiales que llegan desde las cumbres gubernamentales con implicaciones nefastas jugando a someter a una población que saben borrega e indolente consigo misma.
Ya está bueno de falsedades, de pos-verdades, de hipocresías, debiéndose acabar la falacia utilizada como caballo de batalla de “los de antes”, lo que hoy no tiene ninguna razón ante la demostración fehaciente de haberlo hecho peor durante sus funestos mandatos.
Basta ya. Somos una ciudad y un departamento requeridos de verdaderos como positivos cambios y transformaciones. No podemos seguir aceptando las imposiciones y amenazas de quienes pretenden obligar sus propios, pero nada validos esquemas. No más gobiernos monopolistas de reyezuelos caprichosos y tiranos que cultivan un semillero en que parece crecer la planta de la ignominia que tejen reinos que huelen a ineptitud, desmanes, abusos, dineros frescos, generosos y sospechas de corrupción.
Estamos cercanos a un momento histórico, en el que tiene que olvidarse, sí o sí, todo atisbo de miedo irracional, de posturas irrelevantes generadas sin control, como tampoco concebidas pensando en los intereses superiores de la comunidad. Todo ha sido un oportunismo desmedido que convirtió en las mentes incautas lo malo en bueno; y, desde la sumisión, protagonista de ilusiones a quienes, dadas sus actuaciones, nada bueno merecen. Nada hay que justifique sus defensas. Ojalá no sigamos sufriendo las secuelas negativas de tan sórdido oportunismo. Y si bien ya no es tiempo de llorar, si de rectificar idóneos caminos para nuestros territorios y su gente. saramara7@gmail.com