Por: Mario De Las Heras*
Quienes más indicados que los nombres señalados de la literatura y el pensamiento para describir el esplendor de la novela absoluta. Siempre se habla de El Quijote, la primera novela moderna. Cuatro siglos después, la gran obra del gran infortunado Miguel de Cervantes continúa dando lecciones. Se suele decir que en las aventuras de Alonso Quijano está todo. La vida entera. Presente, pasada y futura. Y es cierto. La ironía y la metáfora, los refranes, la vida de la gente, sus miserias, España y el mundo entero en una España inmortal, en un mundo imperecedero.
El esplendor de la novela. Solo el que se adentra en sus páginas y termina el viaje y vuelve y se da cuenta de que al volver hay más, y al volver otra vez mucho más, y así sin cesar, descubre la impresionante grandeza de una obra literaria sin par. De una experiencia sin par. Por dentro y por fuera. El alma y la gente. La tristeza, la alegría, las enseñanzas invisibles que se vislumbran hasta aparecer en toda su grandiosidad con las gozosas relecturas. Pero quienes mejor que los grandes escritores de la Historia y de todos los tiempos para describir el esplendor de la novela absoluta, rendidos a su magnificencia en palabras sin respuesta, en invitaciones irrechazables a abordar el gran libro español y universal de un autor sin suerte en vida, sin éxito en vida, que escribió la gloria máxima de las letras.
«En todo el mundo no hay obra de ficción más profunda y fuerte que ésa. Hasta ahora representa la suprema y máxima expresión del pensamiento humano, la más amarga ironía que pueda formular el hombre y, si se acabase el mundo y alguien preguntase a los hombres: Veamos, ¿qué habéis sacado en limpio de vuestra vida y qué conclusión definitiva habéis deducido de ella? Podrían los hombres mostrar en silencio el Quijote y decir luego: «Ésta es mi conclusión sobre la vida y… ¿podríais condenarme por ella?», escribió Dostoievski. Stendhal aseguró: «Mi encuentro con Don Quijote fue la época más grande de mi vida». Palabras mayores para referirse a un libro del que Galdós dijo que era el que «con más perfección están expresadas las grandezas y debilidades del corazón humano». Somerset Maugham afirmó con precisión: «Repasando mentalmente el universo de la ficción, la única creación absolutamente original que puedo recordar es la de El Quijote».
El pensamiento humano extendido en todo el mundo a este respecto, como el del filósofo David Hume: «Sancho Panza está pintado por Cervantes de modo tan inimitable que nos entretiene lo mismo que si se tratara del héroe más grandioso o del más delicado personaje de una novela de amor». Impresiones que engrandecen El Quijote como monumento profundo, de incomparable influencia en los grandes autores y pensadores y, por tanto, en la formación de la cultura occidental. «Dulcinea del Toboso queda siempre la más hermosa mujer del mundo», dijo Ramón Menéndez Pidal, y Jacinto Benavente comparó el amor con el héroe: «El amor es como don Quijote, cuando recobra el juicio es que está para morir».
No solo don Quijote, sino Sancho y Dulcinea. A Sancho se refirió Miguel de Unamuno de esta forma: «El bueno de Sancho guarda tesoros de sabiduría en su ignorancia y tesoros de bondad y de vida en su egoísmo». Es todo el Quijotismo unamuniano como filosofía. Le preguntaron al bilbaíno si existía una filosofía española y él respondió: «Sí, la de Don Quijote… la filosofía de Dulcinea, la de no morir, la de creer, la de crear la verdad. Y esta filosofía ni se aprende en cátedras ni se expone por lógica inductiva ni deductiva, ni surge de silogismos, ni de laboratorios, sino surge del corazón». El hermoso Quijotismo de Unamuno como los otros quijotismos que han resonado y resuenan por todos los confines del mundo.
*Licenciado en Derecho. Máster en Periodismo. Redactor. Columnista. Conferenciante. Docente
“Cuatro siglos después, la gran obra del gran infortunado Miguel de Cervantes.” Dice.. pero no sabe que el Quijote original es un libro en inglés. Las traducciones al español aparecieron en 1605 y 1615, mucho antes que las publicaciones originales en inglés de 1612 y 1620. Entre estos dos períodos, en 1614, se publicó un “falso” Don Quijote con el nombre de Avellaneda. El texto original en inglés nunca fue publicado.
Francis Bacon fue el cerebro detrás de los tres libros de Don Quijote; escribió el papel del héroe. Ben Jonson asumió el papel de Sancho Panza, John Donne escribió los poemas, a “los dos amigos”, Francis Beaumont & John Fletcher, se les asignó la tarea de escribir las historias sueltas. Estos autores hicieron uso de la biblioteca propiedad de Robert Cotton.
El impresor, William Stansby, insertó pistas ocultas en el texto para que el lector pudiera sacar conclusiones…
Las traducciones al español estuvieron a cargo de Thomas Shelton (DQI + DQII) y James Mabbe (el “falso” DQ). Miguel de Cervantes no era más que un pobre escritor español que había vendido su nombre para sobrevivir. Había contado la historia de su vida a los ingleses, para que pudiera ser procesada en el DQ.
Diez personas, jurando guardar secreto sobre su colaboración en la redacción de Don Quijote. Después de más de 400 años, en mi libro “el Quijote y la verdad oculta” ( una traducción de mi libro holandés de 2015, explico el quién, el qué y el por qué del Don Quijote con 100 pistas seecretas resueltas.
Jettie H. van den Boom