MÉDICO HERNANDO RAFAEL PACIFIC GNECCO

Por: Hernando Pacific Gnecco*

Hace poco reflexionábamos acerca de los serios problemas que aparecen en el actual modelo educativo de la salud que generan gravísimas situaciones a médicos y profesiones afines. El trágico final de Catalina Gutiérrez evidenció condiciones de máximo estrés académico y una carga laboral para un residente que equivale al trabajo de tres médicos de tiempo completo, sin recibir remuneración real; el costo de la matrícula fácilmente supera el estipendio asignado por ley para estos profesionales en formación.

La educación de postgrado en muchas especialidades médicas y en determinadas instituciones va acompañada de maltratos, abusos, acosos e intimidaciones que menoscaban la resistencia física y mental de algunos médicos, llevándolos al abandono de su carrera, al uso de sustancias psicoactivas, internación en instituciones psiquiátricas y, ocasionalmente, al suicido, además de fracturas sociales y familiares. En muchas situaciones existe indiferencia de las instituciones hacia situaciones riesgosas a pesar de los programas y protocolos de detección temprana y acompañamiento al estudiante. En no pocos casos, la herencia de profesores maltratados se repite con sus alumnos. ¿Es esto propio de Colombia? Más parece una plaga universal.

Pablo Leyva Inzunza cursaba este año su internado en la Universidad de Valparaíso. Fue encontrado muerto: el suicidio fue la causa. Las declaraciones de Martha Inzunza, su madre, remiten al maltrato y, consecuentemente, a la destrucción de la autoestima que llevaron a Pablo a terminar con su existencia. “Lo hicieron creer que no era capaz, que sus conocimientos no eran suficientes para pasar”, señala Martha. Era un joven respetuoso, amable, afable, solidario y empático, dicen; el estrés y el miedo de no rendir fueron el detonante.

Hay otros casos; se registra en 2021 el suicidio de José Galasso, otro estudiante de medicina de la misma Universidad de Valparaíso ¿Coincidencia? El doloroso hecho motivó a la madre de Galasso a crear una fundación para “sensibilizar y promover el bienestar en los ambientes de educación superior, generando entornos de enseñanza y aprendizajes saludables, libres de estigma”.

Esos problemas ocurren también en otras carreras de la salud. Este año, Catalina Cayayaza, una estudiante chilena de terapia ocupacional, decidió acabar con su vida. La causa es la misma: abusos y maltratos que, debido a la depresión originada, condujeron al suicidio. Pocos meses después, los estudiantes de Medicina de la Universidad de Chile realizaron un paro tras denunciar malos tratos durante el internado y en sus prácticas profesionales. Los estudiantes estaban preocupados por la salud mental de sus compañeros.

Las denuncias y la indignación aparecen mientras que, tras pronunciamientos genéricos de los centros formativos y las autoridades educativas, los problemas continúan insolutos. En general, indican la poca preocupación de los establecimientos por la salud mental de los estudiantes. Más allá de Colombia o Chile, la epidemia de maltratos parece global. En el Reino Unido, la BMA (British Medical Association) recopila información desde 2017 acerca de intimidación y abuso; un reporte de ese gremio indica que dos de cada cinco médicos o estudiantes de medicina manifestaron intimidación y acoso. Un 59% de los estudiantes de medicina exteriorizó su frustración por el silencio de quienes presenciaron abusos.

Estas conductas nocivas son persistentes y recurrentes desde tiempos inmemoriales; dinámicas de poder, las califica el psiquiatra Andrés Román. Si bien en las instituciones existen protocolos para atender estos casos, se pregunta Román por qué no se usan o no se activan en los momentos adecuados. Personalmente, iría más allá: corresponde revisar si tales protocolos son funcionales, si existen amenazas por denunciar, si algunas instituciones desestiman las acusaciones o si protegen a ciertos abusadores de reconocido prestigio. De mucho más calado: es obligación de las autoridades estatales poner freno real y efectivo a semejantes problemas de abuso laboral y académico, revisar los contenidos y desarrollo de los programas de estudio tanto en pre y postgrado para contener atropellos, así como atender oportuna y eficazmente los casos que se presenten, dejando de lado el inútil formalismo de las declaraciones vacías sin intenciones de cambio. .

*Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario, Conferencista . Columnista

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