Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*
Miente el presidente de los colombianos. Sus mentiras mucho le cuestan al país. Sus áulicos y voceros se las celebran, se las justifican, se las relativizan y se las magnifican. La mayoría de los medios de difusión las dejan pasar y la opinión pública ni se indigna. Todo bien gracias, cuando en realidad y verdad todo está podrido. Todo huele mal.
Le apoyan sus desaciertos. Le votan a sus candidatos. Nombra y reencaucha investigados en asuntos de gravedad inmensa. Pasan los escándalos por abruptos que sean y mucho pesen en el alma de la patria. Ningunas son las exigencias. El pueblo está adormecido. Ni siquiera hay la expectativa respecto que sus palabras se ajusten a los hechos. Sin duda se está saliendo con la suya y pareciera que nos estamos acostumbrando a ello. Horror de Horrores.
Hay asuntos, circunstancias, hechos y acciones asaz sensibles, particularmente delicadas, de las que el mandatario de los colombianos ha sido cínico, como es el caso, entre tantos otros, de la salud, la educación, los hidrocarburos y la energía, de los que no hay buenos resultados ni razones para dar cuenta de la catástrofe que ha sido este gobierno en esta y otras materias, generando de bulto precariedad, sufrimiento, angustia y dolor en las personas.
Prima en este gobierno ilegalidad, arrogancia, absurdos, improvisación, incompetencia, indolencia y crueldad bastante en el trato a la población más desprotegida, más necesitada, más dependiente de las decisiones de un gobierno que ha optado, sistemáticamente, por ponerla en el primer puesto de su retórica, pero en el último puesto en sus decisiones de política pública, así quieran hacer aparecer lo contrario.
No entienden u olvidan que debemos apegarnos a la legalidad y la objetividad, toda vez que, de lo contrario, abonamos al clima de incertidumbre y desconfianza a nuestras propias instituciones, más por cuanto todo aquello que se encuentre fuera de la satisfacción, de manera inmediata se descalifica, lo cual implica un grave riesgo al Estado de Derecho, en atención a que nada debe darse por la fuerza, pero si todo por la razón y el derecho.
O se le pone orden al caos y salimos a flote, o más cerca que lejos estaremos de seguir o no navegando en mares de incertidumbre. Menos de dos años quedan para hacer la tarea, pero no vemos asomo siquiera que ello vaya a darse, dada la terquedad de quienes gobiernan y consideran que pretermitiendo los cauces legales y desde lo dictatorial y anárquico es posible lo imposible. Sin duda, todo huele mal y seguirá oliendo así de no rectificar los caminos.
*Jurista. Columnista. rubenceballos56@gmail.com