SAÚL ALFONSO HERRERA HENRÍQUEZ

Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*

Hoy más que nunca se hace común escuchar de la mayoría de las personas su decepción por la política y por quienes se dedican a ella. Se olvida que la política está concebida como un arte, como ese conjunto de actividades que se asocian con la toma de decisiones en grupo, u otras formas de relaciones de poder entre individuos, como la distribución de recursos o el estatus; no obstante, posible es que ese rechazo sea producto que algunos de los políticos, sin importar el género, no han estado a la altura de las necesidades de nuestra sociedad, aunque es de recordar igualmente que también hay quienes se han esmerado por hacer bien su trabajo, por lo que merecen el más destacado reconocimiento público.

Lamentablemente trasciende más la política como espectáculo y morbo. En ella, la política, las malas prácticas repercuten en extendida mala fama. Esto justamente propicia su degradación; además, existe una vieja y nefasta creencia que el tener acceso a una posición de poder es una magnífica oportunidad para sacar provecho en todos los sentidos. De ahí que la mayoría de las veces la competencia electoral se torna en un afán por ridiculizar al contrincante y pasan a un segundo término la exposición de las ideas y de las propuestas encaminadas a mejorar la vida de la población.

La denominada politiquería no es algo nuevo. La trivialización del ejercicio de la política ha estado presente desde tiempo inmemorial. La expresión pan y circo para el pueblo refleja el menosprecio de la política como vocación de servicio y ello promueve la denostación del destinatario y posible beneficiario de la actividad política. Las circunstancias y los problemas actuales del mundo, así como los retos que enfrentamos, hacen necesario demandar un mayor esfuerzo a nuestros líderes, legisladores y servidores públicos. Ellos deben entender claramente el verdadero alcance de la política y de lo político. Este hacer y quehacer es para servir siempre a los demás, de ayudarles en serio con responsabilidad y compromiso a que su existencia sea mejor.

Necesitamos políticos que realmente tengan un compromiso social. Que se preparen adecuadamente para la función que van a desempeñar, que demuestren su plena disposición de auxiliar a quien lo requiera, así como que sepan comunicar a la gente lo que hacen, los resultados logrados y los beneficios que genera su actuar en favor de todos. La política no es privativa de un grupo.

Todos debemos sentirnos responsables de incidir en la dinámica de nuestros territorios. Ejercer nuestros derechos es parte de nuestra aportación para la causa de la política. Seamos exigentes con nosotros mismos para poder pedir el más efectivo desempeño a aquellos que se dedican a la política. Demandemos a ellos que realmente realicen su tarea de manera profesional y honesta; especialmente, por cuanto el político verdadero debe esforzarse para que todas sus convicciones y acciones tengan una repercusión positiva en provecho de la comunidad; y en tal sentido, jamás ni nunca deben olvidar que todas las personas son dignas y que, por tanto, merecen la mejor de las atenciones en aras de alcanzar las más altas condiciones de bienestar individual y colectivo. De así hacerse, muchos serán los avances que sean posibles consolidar. saulherrera.h@gmail.com

*Abogado. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual. Magister en Derecho Público. Columnista

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