MÉDICO HERNANDO RAFAEL PACIFIC GNECCO

Por: Hernando Pacific Gnecco*

Están ahí; los vemos en todas partes, comentando toda clase de temas. Han existido siempre, producto de sus tiempos. Para bien y para mal, dirigen el pensamiento de otros y han transformado sociedades. Antiguamente, los influenciadores eran filósofos, políticos, artistas, guerreros o médicos; a veces, ciudadanos comunes.

Además de grandes líderes religiosos como Jesucristo, Buda o Mahoma, entre los influenciadores más importantes aparecen filósofos como Lao-Tse, Platón o Descartes; militares como Bolívar, Napoleón o Alejandro Magno; médicos como Hipócrates, Snow o Fleming; literatos como García Márquez, Alighieri o Agatha Christie; poetas como Pablo Neruda, Emily Dickinson o Tagore; pensadores políticos como Voltaire, Maquiavelo o Marx; arquitectos como Gaudí, Le Corbusier o Lloyd Wright. La lista de personajes influyentes es interminable; naturalmente, también hubo líderes siniestros que provocaron grandes tragedias.

Inicialmente se expresaron en espacios abiertos, como ágoras y plazas. Los primeros manuscritos recogieron los pensamientos de esos intelectuales. La aparición de la imprenta democratiza el conocimiento, permitiendo la difusión de expresiones influyentes; era el medio más idóneo para conservar las ideas. Posteriormente, los periódicos abren sus puertas a los más importantes opinadores: científicos, artistas, políticos y filósofos. Después, las revistas se enfocan en temáticas variadas, plasmando en tiempos sucesivos lo más notable de cada materia, agregando además otros campos del conocimiento en sus páginas, desde lo cotidiano a lo especializado. Así, Émile Zola llega a L´Aurore; Ernest Hemingway se convierte en corresponsal de guerra; Nellie Bli, la primera mujer periodista, es pionera de la investigación y la denuncia; John Reed acompaña las revoluciones de México y Rusia; Gerta Pohorylle y Endre Friedmann ejercen el fotorreportaje de guerra; Gabo se destaca como periodista social; Oriana Fallaci conmueve al mundo con sus profundas entrevistas a los poderosos.

La academia no se queda atrás; compite ofreciendo cátedras y cargos importantes a pensadores destacados. El cine se vuelca hacia la crítica y también a la propaganda; con luces y sombras, es igual de efectivo en Hollywood, Berlín o Moscú; el cine propagandístico busca seducir a sus públicos y muestra “la superioridad de sus valores”, pretendiendo elevar la moral de las sociedades: documentales, ficción y animación invaden las salas de proyección. La Guerra Fría fue un campo de batalla ideológico con duros enfrentamientos. La televisión entra en ese juego político. El pensamiento, crítico o ideologizado, llega al pináculo.

Entretanto, el télex y la radio alcanzan cada rincón del planeta; desde la fuente, el primero envía las noticias a las emisoras y estas las difunden debidamente clasificadas y procesadas, sesgadas no pocas veces; las audiencias crecen y los radioperiódicos hacen parte de la rutina diaria. La televisión mejora sustancialmente la presentación de las noticias, agregando imagen y estructura. Estos medios toman la batuta y se convierten en plataformas de gran repercusión. La comunicación y sus conductos pertenecían a los periodistas; algunos avispados descubren que los grandes medios pueden influir significativamente en las sociedades. Acongojado, Kapuściński escribe: “Cuando se descubrió que información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”. Pulitzer y Hearst en su apogeo.

Hasta entonces, la comunicación era unidireccional. El internet inicia una revolución sin precedentes; el público receptor empieza a interactuar tímidamente con los pensadores, al principio con comentarios breves. Después, se abren otros espacios bidireccionales y ahora tratan asuntos variados, algunos de gran calado; se transforman en medios de expresión para el público general. Algunos se convierten en el contrapoder de los grandes medios, muchos cooptados por grandes intereses; siempre hay un público sediento de información veraz, de opiniones objetivas. Internet permite la libre expresión y la presentación de los hechos en tiempo real; los medios tradicionales lo entienden y también llegan allí para competir por esos espacios.

Ahora, otros avispados descubren el oro digital; las páginas generan información valiosa que se recoge solicitando datos personales, insertando cookies y monetizando a los influenciadores; se convierten en fuente de ingresos para grandes compañías comercializadoras de datos. Nada de esto es tan inocente como parece.

*Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario, Conferencista . Columnista

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