Por: Hernando Pacific Gnecco*
Resulta complejo despedir a una persona tan prolífica como singular; es difícil expresar lo que Hernando Pacific Robles fue y significó para cada quién. El Patriarca ejerció con igual destreza el arte, la ciencia, el deporte, la cocina italiana o la política. Fue tan importante como fructífero. Médico, músico, escritor, pintor, guía, padre, abuelo, tío, suegro, amigo y compañero; todo un polímata. Te entendía, orientaba y corregía sin reproches. En su vida siempre estuvieron presentes Mireya, toda su familia, Santa Marta, Italia y el mar.
Sus cualidades humanas resaltaban siempre. Se destacó por su amor familiar, bonhomía, caballerosidad, galantería, buen humor, alegría y espontaneidad. Hombre sencillo, magnífico anfitrión y gran conversador, te atendía con generosidad; no podías negarte. Visitar su casa era sinónimo de velada musical que disfrutaba compartiendo con sus invitados mientras tocaba su piano y mantenía conversaciones agradables.
Gracias a su curiosidad infinita y capacidad de materializar su creatividad, deja un legado artístico valioso que expresó desde niño. Pianista autodidacta, tenía un estilo único para tocar piano y acordeón; dibujó a todos sus compañeros para el mosaico de graduación como bachilleres del Liceo Celedón. Estudiar medicina en Bogotá no fue fácil; la Segunda Guerra se interpuso y no pudo recibir el apoyo monetario para avanzar en su formación; nuevamente, el piano le permitió culminar su profesión con muchos esfuerzos. Después del matrimonio con Mireya, regresó a Santa Marta. Formado en el Hospital San Juan de Dios de Bogotá con Juan Marín, padre de la anestesiología colombiana, y perfeccionado en el John Hopkins Hospital, fue el primer anestesiólogo de la ciudad, uno de los primeros de Colombia y miembro fundador de la Sociedad Colombiana de Anestesiología.
Fue un potente motor de la Sociedad Amigos del Arte del Magdalena, con la cual la ciudad vivió el esplendor del arte: pintura, cine arte, teatro, declamación y conciertos; Santa Marta leyó la Revista ProArte de la cual participó como articulista y miembro del Comité Editorial; la ciudad escuchó La Hora Cultural que cada domingo ponía al aire con el pariente Orlando Alarcón. Fue columnista cultural en el Informador y dirigió temporalmente el diario Época. El grupo musical de los médicos, además de alegrar la escena samaria, fue un semillero de artistas renombrados. Con su amada Mireya La Bella fue uno de los gestores del exitoso Festival Estudiantil de la Canción. Dirigió la oficina de Extensión Cultural del departamento y, además, fue concejal de la ciudad en dos ocasiones, presidió la Liga de Boxeo y fue uno de los médicos del Unión Magdalena que campeonó.
Destaco su gestión para la adquisición de un piano de conciertos Steinway que feneció en el incendio del Teatro Santa Marta, y un ring profesional de boxeo. Obtuvo menciones honoríficas en sendos salones nacionales de pintura con dos cuadros: Alegoría de Santa Marta y La francesita.
En Bogotá continuó con su destacada vida artística, cultural, científica y familiar. La música siempre estuvo presente en su vida. Participó en algunas emisiones radiales y en varios concursos musicales nacionales con actuación destacada, logrando inclusive un fuera de concurso. Al patrimonio cultural colombiano agregó un libro, “Momentos y psiquismo en el arte pictórico”, además de algunas obras inéditas.
Como ser humano fue único e irrepetible; todos disfrutábamos de su entrega, amor incondicional, familiaridad, amistad, unión, arte, don de gentes, generosidad y trabajo incansable. Siempre alegre, decía que la felicidad se construye cada día. Pudo balancear la vida familiar y artística con la entrega y responsabilidad en su trabajo; siempre tenía tiempo para todo. Nunca asimiló la inesperada ausencia de su amada Mireya, el golpe más duro de su vida; sin embargo, siguió adelante como si estuviera siempre presente.
Su huella es imborrable para Santa Marta, su familia, el arte y la medicina; ese ejemplo ha sido referente para su descendencia. Su despedida de esta dimensión terrenal tuvo la misma tranquilidad con la que vivió, rodeado del amor que dispensó a quienes lo rodearon. Gracias, Patriarca.

*Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario. Conferencista. Columnista