Enrique Herrera

Por Enrique Herrera Araújo. @enriqueha

El amor ha mutado, ya no es para toda la vida. Las relaciones de pareja también; hoy día, son distintas. Cada uno anda por su lado.

Las parejas hoy son disparejas y ello se debe, en parte, a lo que hoy se llama nuevas solterías. Y soltero es, según Luciano Lutereau, un psicoanalista argentino, aquel que no quiere compromiso con otro, ni encadenarse ni argollarse con nadie. El futuro no existe y el presente lo es todo. Es un estilo de vida donde la individualidad -esa misma que se expresa en las redes sociales donde el ego y el culto al yo predomina-  pesa más que la construcción entre dos y de la visión de pareja.

El modus operandi es: Cada quien en su apartamento, se ven cada tanto, no se publican en fotos (son como “tinieblos”) pasan un rato juntos y calabaza calabaza, cada uno pa’ su casa. Ese modo de vida no construye pareja sino que reproduce solteros. Tampoco genera vínculos fuertes. Las relaciones así son precarias y provisorias, sin plazos y sin certezas. Ese soltero no ama mucho o dicho eufemísticamente: ama a su manera.

Encontrar el amor no es fácil pero cada vez es más difícil. Antes, dice Luciano, lo habitual era que lo consultaran aquellos matrimonios añejos, con años de casados acuesta y que buscaban seguir, a pesar del desgaste, juntos; hoy, en cambio, lo consultan  porque no logran consolidarse, construir unidad, equipo o un “nosotros”.

En las parejas disparejas, esas que son solteras, prevalece la individualidad y los proyectos personales y ahí no calza el matrimonio (institución caduca que era valida cuando la gente vivía en promedio 40 años y que fracasó intentando congelar y volver estático el amor.) Es más, el matrimonio pronto  quedará como los teléfonos fijos: en desuso.

El mercado del usado crece, después de cierta edad el amor es un outlet donde se encuentran  productos en rebaja  y en el que unos llegan a la relación con su paquete a cuestas pero también después de ciertos años, cuando asoman canas, la soledad ya no hace compañía y, dice Luciano, -no yo- “Después de cierta edad, a los varones no le gustan las mujeres de su edad; es cierto que una mujer madura puede ser hermosa, pero suele no producir deseo. El deseo necesita la juventud”. Y ello reproduce el tipo de  soltería expuesto en esta columna.

Yo termino esta columna, como lo hice una vez con otra: También existe el amor inmortal. De esos amores todavía quedan.

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