JOSÉ MANUEL HERRERA BRITO

Por: José Manuel Herrera Brito

Los congresistas, próximos a iniciar nuevo período constitucional, están en la obligación de aportar en beneficio del país desde el Senado y la Cámara de Representantes, debiendo intervenir inteligentemente y no hablar sandeces como los vemos de continuo sobre asuntos baladíes, poca monta y significación. Triste sin duda ver a los más actuando inadecuada e indebidamente, y después tratando de ocultar tales acciones cuidando en extremo de hacerlo bien y mejor.

De igual manera, hay congresistas de inmensa valía que toman en serio sus tareas (ojalá esos fueran siempre los nuestros), pero son la excepción y desgraciadamente con las excepciones no va a mejorar el país, pues pocas golondrinas no hacen verano y son pequeños adobes ante la masa gigante del mediocre Congreso que padecemos, fiel reflejo de la clase política que tenemos cuando deberían ser clave en nuestra democracia, por lo que hay que exigirles actuaciones a fondo en beneficio del interés general; pues su demostrada mediocridad no hay porque aceptarla y mucho menos resignarnos a soportarla por el hecho qué, de no existir, nos vean como un Estado antidemocrático.

Otro aspecto al que debemos ponerle el máximo de atención y ocupación lo constituyen los riesgos a lo largo y ancho del país que permanentemente padecemos en nuestros territorios y desafortunadamente se agravan por el cambio climático producto de incongruencias, desatenciones y por lo que poco o nada que hacemos al respecto, ya que apenas reaccionamos ante hechos consumados y soportamos el espectáculo miserable de muchos servidores públicos y demás otros obligados a responder, quienes en miles de escenarios hacen abierta demagogia y populismo con la tragedia humana.

Más ello no es todo. Nos colma un narcotráfico tolerado que muchos quieren seguir amparando con prebendas y leyes, olvidándose que la decisión de enfrentarlo tiene como costo una superior violencia y delincuencia. No podemos pactar con el narcotráfico ni quiénes lo actúan y menos entregarle la institucionalidad, como absurdamente ya se ha hecho en este país nuestro del Sagrado Corazón de Jesús.

Otro flagelo de gravedad inconmensurable es la corrupción, definida como depravación, en el sentido de obstrucción de integridad, de virtud o de principio moral; desintegración, descomposición; incentivo a actuar mal con apoyo de medios improcedentes o ilegales (como el soborno y la extorsión); desviamiento de lo original o de lo puro o correcto; influencia corruptora; que toma en cuenta entre otros, el quehacer del gobierno y de los servidores públicos y está referida igualmente a la conducta improcedente y generalmente ilegal cuyo objetivo es conseguir un beneficio para sí u otros y sus formas incluyen, además del soborno y la extorsión, el uso indebido de información interna y tiene lugar más que todo en comunidades indiferentes o faltas de políticas de acatamiento de leyes; ya que en sociedades en que la cultura orientada a la concesión de favores es habitual, la línea divisoria entre dádivas aceptables e inaceptables es borrosa. Políticamente, a decir de Sayed y Bruce, implica mal uso o abuso de poder público para beneficio personal privado; Peters y Welch, que es la que consta de un receptor, un favor, un funcionario público y un beneficio; una y otra, requerida de ser combatidas hasta su fin; y así como lo referido, muchos otros factores qué, de no ponerles coto como debe y tiene que ser, nos ahogará a todos en mares de incertidumbres. saramara7@gmail.com

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