MÉDICO HERNANDO RAFAEL PACIFIC GNECCO

Por: Hernando Pacific Gnecco*

Creo que a Mussolini se le atribuye una frase que reza más o menos así: primero hay que construir al ciudadano italiano y después a Italia. Confieso que no la he encontrado entre las innumerables citas atribuidas al líder fascista. Importa poco si tal locución existe o quién es el autor, pero interesa mucho su esencia; no hay nación viable sin ciudadanos de bien. Colombia atraviesa tiempos infaustos por cuenta de muchedumbres salidas de los caminos de la civilidad, descarriadas a causa del deterioro ético que azota al mundo. No se trata de religión o leyes; reseño las carencias educativas como fuente primaria de los destructivos males actuales.

Esa desconsoladora inmoralidad que asuela el ejercicio de la política es simultáneamente causa y consecuencia de no tener ciudadanos formados con ética y valores. Hay una incuestionable correlación inversa entre educación y corrupción: cuanto más educados los países, menos corruptos son. Con una educación de estructura y conceptos que merecen museos, Colombia ocupa el puesto 90 en el mundo en cuanto a percepción de corrupción, y el 62 entre 75 países analizados en calidad de educación: más claro no canta un gallo. Por estos días enferman al colombiano casos putrefactos como los de Odebrecht y Reficar, entre muchos otros.

¿Qué hacen los gobiernos para salir de esta crisis educativa? Contenidos rígidos y anticuados, con poca orientación hacia las competencias individuales y sociales, escuelas con dotación precaria, profesores mal pagos y peor incentivados no son los mejores elementos para un buen producto. Colombia aspira a ingresar a la OCDE, organización a la cual pertenece Finlandia, reconocida por su casi nula corrupción, y por uno de los mejores sistemas educativos existentes, enfocado en docentes excelentemente formados y pagados, igual que Singapur y Japón. Corea del Sur y Holanda han flexibilizado y casi personalizado la malla curricular. En esos países, la educación es pública, gratuita y obligatoria; existe un profundo respeto por los formadores y se enfocan en producir ciudadanos de bien, productivos y socialmente valiosos. Ni hablar de las tecnologías actuales, acá escasamente aplicadas y distantes para la educación pública.

Regresando a nuestros inefables políticos, nuestro actual sistema educativo y su escaso interés en cambiarlo les produce generosos réditos. Ojo, no se trata únicamente de escolarizar a todos los niños, sino de formarlos como ciudadanos decentes, mediante las competencias personales, sociales y profesionales. Si bien se han introducido algunos cambios de forma en los contenidos, no están dirigidos a lo sustancial, que es trabajar en valores éticos y sociales. Sufrimos con la falta de civismo y cultura ciudadana, desacato a las normas, poca solidaridad con el semejante, irrespeto por la vida, desprecio por los ancianos, niños, etc., manifestado todo ello en los numerosos homicidios, letales infracciones de tránsito, “usted no sabe quién soy yo”, corrupción desaforada, justicia no siempre justa, autoridades infiltradas por el crimen organizado y un interminable inventario de inadmisibles atrocidades sociales.

La praxis indica que nuestros dirigentes buscan continuar un statu quo del que se lucran de modo infame, a costa del bienestar ajeno. Las carencias educativas y formativas, peores que las alimentarias, permiten los actuales vicios de la política, con leyes acomodaticias, atropello a los derechos ciudadanos y la pobre acción de autoridades y justicia. Islandia da ejemplos frecuentes de cómo desarraigar del gobierno a los deshonestos y enviarlos a la cárcel. ¿Qué tal Singapur o China, con pena de muerte para los corruptos? Cuanta falta la filosofía en la parrilla académica desde la primaria hasta el postgrado. Sin ella, y sin cultura ciudadana, no tenemos futuro. Definitivamente, debemos construir otro colombiano.

*Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario. Columnista. hernandopacific@hotmail.com

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