Álvaro BELTRÁN PINZÓN

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Con la presentación de la reforma tributaria, que además de inoportuna se percibe sesgada, lo que ha aflorado es la profunda desconfianza que de manera transversal permea a nuestra sociedad. En efecto, se abstiene de adoptar la sobretasa a las bebidas azucaradas, tantas veces intentada y con nocivo impacto en la salud, y persiste en la prolongación de exenciones y preferencias a grupos privilegiados.

Es preciso abortar esta iniciativa impositiva para contener la hemorragia populista que ya provoca. En su lugar, corresponde emprender enérgico ajuste al derroche gubernamental para motivar la disposición ciudadana a aceptar una equitativa contribución fiscal. El Ejecutivo, que se ha mostrado excesivamente arrogante, ni siquiera se ha molestado en cancelar la adquisición de aviones de combate, gasto que acarrea más inquietudes. Tampoco ha pasado de la retórica para impedir el saqueo al erario público que hoy encarna el ejercicio del poder. Por otra parte, está en mora de desplegar una ofensiva diplomática para mejorar el suministro de vacunas contra el COVID-19. Estos gestos despejarían nubarrones que amenazan con tormentas. ¡Primero, lo primero!

Por andar a la caza de nuevos recursos se descuidan aspectos trascendentales. Para citar solo el caso del sector de la construcción, eje de la reactivación económica, que afronta una incierta situación por los incrementos en el último semestre del 50% en el precio del acero de refuerzo y del 30% en los materiales PVC, aunados a su difícil consecución. Si bien esta problemática está soportada en factores del mercado mundial, también existe algún margen de control con determinaciones locales como la revisión de las cadenas de producción y comercialización o la suspensión definitiva de la exportación de chatarra. Estas alzas y demoras están absorbiendo la mitad del subsidio establecido, con gran esfuerzo, para la compra de vivienda de interés social.

De cara a los comicios de 2022, los partidos políticos ya deberían iniciar las campañas para exponer sus propuestas de reestructuración estatal, mientras que la ciudadanía está llamada a elegir un Congreso y un Ejecutivo que despierten confianza para acometer el nuevo contrato social que demanda la hora de ahora.

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