JOSÉ MANUEL HERRERA BRITO

Por: José Manuel Herrera Brito

La historia, siempre se ha dicho, es maestra de la vida, siendo indispensable tener presente que un pueblo que ignora su pasado vuelve a él. Realidad, verdad de los hechos y crónicas de lo que nos pasó, importan para comprender la realidad de la vida que otroras generaciones tuvieron en su tiempo de vida, así como tener presente que lo que el paso del tiempo va borrando es más que lo que tenemos para aprender las lecciones de lo bueno, lo malo y de lo peor, si queremos evitar repeticiones insolidarias que la historia de la verdad no olvida.

Los pueblos cultos y solidarios que reclaman el derecho a vivir en una sociedad avanzada, democrática y con las reglas políticas necesarias debidamente aprendidas, no pueden ver ocultado el derecho a la verdad, ni caer bajo ninguna tentación autoritaria de la existencia en la convivencia tranquila, siguiendo por el camino iluminado por la luz de la filantropía del cumplimiento de las leyes justas, deseando contar con buenos dirigentes que no estropeen las cosas por ambiciones insolidarias que la luz de la historia nos enseña, y que llegará si avanza la convivencia en la verdad social de todos para todos.

Una sociedad participativa cuenta con la riqueza que ninguna opción política y social debe excluir la vida en democracia, saliendo del papel el real compromiso político y social en el que se trabaje para todo el pueblo, con respeto de la libertad de las opciones solidarias representativas no autoritarias ni limitadoras de las libertades y derechos ciudadanos:

  • a) y lo que parece muy bien en las declamaciones (discurso pronunciado con demasiado calor y vehemencia, y particularmente invectiva áspera contra personas o cosas, con el arte o técnica de declamar) sea real y no solo palabras del sabio diccionario de nuestra lengua española;
  • b) en la necesaria confluencia de caminos en el encuentro ciudadano, con las lecciones de la historia social bien aprendidas para no repetir errores ni maldades;
  • c) sumando aportaciones, como la suya… para ir colaborando en una sociedad plural, participativa, sin necesidad de discursos excluyentes de la convivencia por esas cosas del pensamiento único como mantra político del autoritario que aspira al mando social; cosas de la historia que no hay que olvidar.

En la historia debe primar el derecho a la verdad real sin riesgo de crónicas oficiales exclusivas, partidarias y excluyentes. En una sociedad participativa, el discurso debe ser conforme con las lecciones del gran libro de la convivencia, el legítimo derecho a, y de exponer, las verdades de lo que tenemos y sus mejoras posibles en suma de aportaciones, y en los medios sociales necesarios en una sociedad libre. El papel que se recita en la previa etapa electoral, debe ser real lo largo del tiempo en que siga cumpliendo con el compromiso social, hasta el fin de legislatura; la historia seguirá escribiendo sus crónicas en la conciencia ciudadana, Diario y en los medios, dejando su poso en la experiencia ciudadana y social, como datos sumados en la memoria histórica para interpretar lo que nos pasa, darlo a conocer a las generaciones que ocuparán su lugar en nuestra sociedad libre, y dejarles nuestra participación electoral, se no vote o no, en un compromiso político asumido para que nada se olvide, se tergiverse ni se oculte como parte del derecho y respeto de la participación política y cultura de todos los ciudadanos, nuestra presencia en la historia de la convivencia en paz, y de llegar a fin de mes sin sobresaltos sociales ni económicos por una acción política eficiente.

La historia real social democrática cuenta con el derecho de hacer valer nuestra cultura en la acción política y social: Nuestra historia real nos enseña que no hay que debilitar la defensa de los derechos y libertades, la necesidad de proteger la historia real y su verdad para trasmitirla íntegramente a las nuevas generaciones, dejando bien protegido su derecho a la verdad. Este principio cultural responde al encuentro social en la convivencia y en la exclusión de la dirección autoritaria del pensamiento social único.

La historia de la cultura real de los pueblos que nos han dejado su lugar y experiencias en casi ya tres milenios, debe amparar su presencia en la formación de las nuevas generaciones y en la nuestra. Tiene el valor de estas cosas tan importantes en nuestra gran Nación española, sin igual en el mundo mundial de nuestra historia occidental, en la herencia greco-cristiana-cultural-de los pueblos del norte, del centro y del sur geográfico cultural, y tan pimpante (rozagante y garbosa,) entre nuestras naciones occidentales. La historia debe cimentarse en verdades documentadas; el paso del tiempo deja las verdades libres de pasiones, para estudiarlas objetivamente, dice un sabio cronista. saramara7@gmail.com

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