MÉDICO HERNANDO RAFAEL PACIFIC GNECCO

Por: Hernando Pacific Gnecco*

Hay mucha especulación y deseos, por ahora con limitaciones; la visión de la tecnología futura es fascinante. Quisiéramos verla realizada muy pronto, a costos razonables, totalmente confiable, con facilidad de operación y vida útil relativamente larga. Mientras tanto, se trabaja en muchísimos campos y en cada rincón del mundo; ser el primero en llegar garantiza ganarse el mercado. Antes del transistor, el tubo al vacío permitió el desarrollo de la radio, la televisión, ENIAC (el primer computador, un armatoste de 27 toneladas superado fácilmente en capacidad de cómputo por cualquier celular básico de hoy) y algunos otros aparatos. El transistor revolucionó la electrónica; mientras se reducía significativamente el tamaño de los aparatos y el consumo de energía, se aumentaba en confiabilidad, potencia y aparecían nuevas aplicaciones. El siguiente salto tecnológico vino con el desarrollo de los microprocesadores y los programas de cómputo. La velocidad y potencia de procesamiento, así como la amplitud y variedad de sus aplicaciones cambiaron la historia; ahora todo depende de esto. Una maravilla jamás imaginada.

La inteligencia artificial rompió barreras y ahora controla muchos dispositivos, visibles o no; big data, nube y otros vocablos representan mucho más que una etimología. Los aparatos caseros, industriales o militares se conectan entre sí de manera inteligente, interactiva y coordinada: el internet de las cosas le llaman. La información recolectada alimenta la big data, los dispositivos aprenden automáticamente, analizan la información y toman decisiones de manera autónoma, incluyendo el control de los aparatos interconectados. ¿Y en la vida real? Por ejemplo, tu nevera se comunica con tu celular mediante una aplicación y avisa que faltan determinados alimentos que habitualmente compras, y cuales se vencen pronto; en la pantalla de la nevera te aparecen sugerencias de los mercados cercanos más económicos y recetas de cocina para preparar esos alimentos. En la industria existe fabricación inteligente; las máquinas informan del estado de los aparatos para que se les realice mantenimiento; la IA (inteligencia artificial) controla la cadena de suministros; incluso, sugiere nuevos modelos de negocio. Ciudades inteligentes (Dubái, Barcelona, San Francisco, París o Buenos Aires) aplican tecnologías de información y comunicación para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, proveyendo infraestructuras informáticas que busquen desarrollo sostenible, eficacia en el uso de recursos y sostenibilidad.

Lo que se aproxima es “demencial”. Más allá de los vehículos autónomos o la siguiente robótica, muy avanzada, se prevén muchos adelantos asombrosos. La nanotecnología abre puertas a nuevas dimensiones. En el campo de la medicina podrá detectar ataques cardíacos en pacientes de riesgo y proveer primeros auxilios; controlará el cáncer y las infecciones microbianas. Descifrado por completo el ADN, en el futuro la ingeniería genética y biología de síntesis podrán prevenir y curar enfermedades no transmisibles, crear nuevos componentes biológicos, así como alimentos o plantas y animales resistentes a enfermedades y problemas ambientales. La realidad virtual nos sumergirá en nuevos mundos; aunada a las impresoras 3D nos permitirá comprar ropa, objetos o vehículos personalizados sin desplazarnos de casa. Esas impresoras a gran escala cambiarán la construcción. El grafeno promete cambiar la historia de los materiales.

La telefonía móvil, incluyendo los celulares y los computadores tendrán muchísimas más posibilidades, insospechadas hoy. El helio 3 proveerá energías limpias, pero corresponde traerlo de la luna. No todo es color de rosa: la nanotecnología podría afectar al medio ambiente por liberación de toxinas; el mercado laboral estaría afectado, y la delincuencia puede aprovechar estos maravillosos avances para sus fechorías. Bueno, todo será rastreable: Big Brother en el siglo XXI. Tampoco la tendrá tan fácil los ciberdelincuentes.

Las nuevas generaciones estarán cada vez más interconectadas, pero paradójicamente, más asiladas socialmente. La actual pandemia se redujo la interacción presencial, especialmente en las grandes urbes. Muchas personas vivirán más tiempo, pero cada quién sumergido en su mundo ficticio ¿Será mejor vivir como John the Savage, el personaje de Aldous Huxley, o quizás en un punto medio? Falta mucho por dilucidar…

*Hernando Pacific Gnecco. hernando_pacific@hotmail.com – Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario. Columnista

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