Ruben Darío Ceballos Mendoza

Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*

¿Será posible como se dice en privado y en público, que nuestra primera autoridad gubernamental no le preocupa hacer un buen gobierno, sino que sus miras apuntan hacia otros muy distintos rumbos? Bien sabemos y es una gran verdad que el camino al cielo es empedrado, pero no es menos cierto que no bastan las buenas intenciones para alcanzar la gloria, lo que se refrenda en el decir popular que obras son amores y no buenas razones… y sin obras útiles, todo empeño por salvar un mandato gubernamental es estéril; y este que viviendo estamos, poco o nada fértil ha sido, salvo para la improvisación, la desilusión, la arbitrariedad, la incertidumbre y la desesperanza.

No sabe nuestro Primer Mandatario que bueno debe hacer para cumplirle a la gente. No quiere ser un buen servidor público, que sería en sana lógica lo primero para empezar a cumplir. Ser un buen servidor público significa trabajar con denuedo, no dejar “metida” a la gente en ninguna circunstancia y menos cuando son oficiales, no meterle mano al erario, hacer obras útiles, dar buenos servicios, alejar a la familia del poder, rodearse de colaboradores competentes, no humillar a los gobernados, lo que implica respetarlos y estar consciente que al final de su mandato, en su cotidiano trasegar, nadie le reclame por falta de atención, lo que en buen romance traduce que no hay grandes misterios para hacer un buen gobierno si existe la voluntad de asumir deberes, responsabilidades, obligaciones, funciones y compromisos.

No debe ni puede un gobernante llegar al poder y olvidarse de plano de lo prometido en la campaña electoral, y actuar con una capacidad para el engaño que cada día más le crece de manera exponencial, que hace costosos eventos para hablar de necedades, y no para discutir de los problemas y de sus soluciones, lo que resulta penoso que a estas alturas no tenga claro qué hacer y la gente siga soñando que alguien nos regale una varita mágica que con un mínimo contacto consolide un buen y mejor gobierno.

Definitivamente no son muchas opciones en el manejo de la cosa pública, lo que se agrava cuando un presidente quiere gobernar no sujetos a leyes e instituciones, sino guiados por su desviado temperamento y perverso talante. Si hiciéramos un concurso para premiar al presidente con más planes concebidos en una campaña, nuestro actual mandatario con seguridad absoluta obtendría medalla no de oro, sino de diamante. Y si asumiéramos como ciudadanos la tarea de cotejar con los hechos las propuestas ofrecidas, no resistiría el más mínimo examen el que hoy tenemos en la Casa de Nariño.

Clama el pueblo un buen gobierno, pide ayuda, reclama acción, ruega. Exige lo elemental, que la ley se cumpla, que se restaure el Estado de derecho, ya que si un Estado no hace justicia distributiva y conmutativa en consideración Aristotélica, entonces, lo que es lógico, no sirve para nada; más, cuando es de cuño que la política exige profesionalismo a quienes la practican; esto es, esmero por ser mejores, lo que implica necesariamente una dosis de estoicismo, vale decir, tener virtudes, resiliencia, entendida ésta como la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o una situación adversa. Es escoger entre dejarse llevar por la inercia, resignarse, someterse o involucrarse, aportar, ser sujeto ético que no evade el compromiso y que se percibe inmerso en una actitud colectiva de responsabilidad.

Nos estamos desmoronando se escucha en todas las esquinas y escenarios. No estamos bien conducidos en esta difícil coyuntura y circunstancia mundial y nacional; por lo que importa evitar males mayores, da ahí que debamos seguir como ciudadanos haciendo esfuerzo y no perder la esperanza en la creencia que le asisten a nuestro Mandatario buenas y auténticas intenciones de hacer las cosas bien, que inyecte ilusión, anhelo y no siga ensoberbecido, improvisando, manipulando ni mintiendo; y además entienda que no es insustituible y sí imparable. Por favor Presidente, no siga banalizando la política. Revístala de seriedad y sencillez. Comprenda a los colombianos. Actúe y supere autoritarismo, indolencia, arrogancia, arbitrariedad y prepotencia. Gobierne.

*Jurista rubenceballos56@gmail.com Columnista

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