Melanio ZUÑIGA HERNANDEZ

Por: Melanio Zuñiga Hernandez*

Según el último informe de la ONU sobre la economía mundial en 2021, el año 2022 arranca en condiciones más débiles de lo esperado, pues a medida que avanza la nueva variante ómicron del virus que provoca la COVID-19, los países han vuelto a instituir restricciones a la movilidad.

Para dicha entidad, a pesar de la sólida mejoría de los registros económicos durante el año pasado, impulsados por un elevado gasto de los consumidores y un cierto repunte de la inversión, junto a un comercio mundial de bienes que superó los niveles anteriores a la pandemia (2019), el crecimiento económico se desaceleró considerablemente a finales de 2021, especialmente en países desarrollados como China, estados Unidos y la Unión Europea. (CeNews).

Los analistas internacionales refieren que a raíz del sobreprecio de la energía y de los trastornos en el suministro, la inflación es más alta y seguramente generalizada de lo previsto, sobre todo en países como Estados Unidos y en numerosas economías de mercados emergentes y en desarrollo. Además, la contracción que está experimentando el sector inmobiliario de China desde mediados del año pasado y la lentitud imprevista de la recuperación del consumo privado han limitado las perspectivas de crecimiento; por tanto, se prevé que el crecimiento mundial se modere de un 5,9% en 2021 al 4,4% en 2022, medio punto porcentual menos, en gran medida a causa del recorte de las proyecciones de las dos economías más grandes del mundo.

Un supuesto revisado que elimina de la proyección de base el programa de política fiscal denominado Build Back Better, el repliegue anticipado de la política monetaria acomodaticia y los continuos trastornos del suministro, generaron una revisión a la baja de 1,2 puntos porcentuales en el caso de Estados Unidos; en tanto, los trastornos atribuibles a la pandemia en el contexto de una política de tolerancia cero de la COVID-19 en China y las prolongadas tensiones financieras entre los urbanizadores, se traducen en un recorte de las proyecciones de 0,8 puntos porcentuales, por la cual se prevé que el crecimiento mundial se ralentizará a 3,8% en 2023.

Si bien esta cifra es 0,2 puntos porcentuales más alta que el vaticinio anterior, la tendencia al alza refleja más que nada un despunte mecánico una vez que desaparezcan los actuales lastres del crecimiento en el segundo semestre de 2022 como se espera; aunque los mismos dependen de que los indicadores de una mala situación sanitaria desciendan a niveles bajos en la mayoría de los países para fines de 2022, suponiendo que las tasas de inmunización mejorarán a escala internacional y que aparecerán terapias más eficaces.

Obviamente los riesgos para las proyecciones de base mundiales se tercian a la baja, a partir de que la aparición de nuevas variantes del virus causante de la COVID-19, podrían prolongar la pandemia y volver a plantear problemas económicos; máxime cuando las perturbaciones de las cadenas de suministro de productos, la volatilidad de los precios de la energía y presiones salariales específicas generan gran incertidumbre en torno a la trayectoria de la inflación y de las políticas económicas.

Previsible es, no obstante, que a medida que escalen las reglas de política monetaria de las economías avanzadas, pueden surgir riesgos para la estabilidad financiera, así como para los flujos de capital, las monedas y la situación fiscal de las economías de mercados emergentes y en desarrollo; especialmente teniendo en cuenta que los niveles de deuda se incrementaron significativamente en los dos últimos años, razón por la cual podrían materializarse otros riesgos mundiales, dado que las tensiones geopolíticas con China y Rusia siguen siendo agudas, y la actual emergencia climática sigue arrastrando una fuerte probabilidad de grandes catástrofes naturales.

Considerando que la pandemia continúa azotando a todos los países, la necesidad de énfasis en una estrategia sanitaria mundial es más destacado que nunca, siendo pertinente que el acceso mundial a vacunas, pruebas de detección y tratamientos es fundamental para conjurar el riesgo de nuevas variantes peligrosas del virus; lo que requiere de una mayor producción de suministros, así como mejores sistemas de entrega dentro de los países y una distribución internacional más equitativa.

Entonces, la política monetaria de muchos países tendrá que continuar endureciéndose para contener las presiones inflacionarias, en tanto que la política fiscal con un margen de maniobra más limitado que en otros momentos de la pandemia, tendrá que priorizar el gasto sanitario y social, centrando el apoyo en los sectores de población más afectados. En este contexto, la cooperación internacional será esencial para preservar el acceso a la liquidez y agilizar reestructuraciones ordenadas de la deuda cuando sean necesarias.

En el caso de América Latina y el Caribe, tras el repunte epidemiológico de la COVID-19, se avecina una fuerte desaceleración, advierte un nuevo informe de la ONU, con un entorno externo más difícil y políticas macroeconómicas más estrictas que pesaran seguramente sobre las perspectivas de crecimiento. En ese orden de ideas se espera que la recuperación económica de América Latina y el Caribe tras la crisis del COVID-19 pierda fuerza a medida que los vientos mundiales a favor retroceden y las debilidades estructurales de estos paises resurgen.

En cuanto a la economía de Colombia, si bien su crecimiento fue del 9,9% en 2021, muy por encima de las estimaciones del Banco Mundial de un 7,7%, los analistas esperan que durante el año el crecimiento termine afectado por el efecto rebote que dejó el 2020, y que se modere el ritmo evidenciado en el 2021; en el entendido que en 2022 el Producto Interno Bruto (PIB) colombiano se expandirá entre 3% y 5,5%, en tanto los pronósticos del Banco Mundial no son tan positivos, conllevando a que se modificaran hacia la baja con un 4,1% del inicial 4,2% previsto; pese a lo cual es la mejor proyección de dicho organismo multilateral entre los países de Latinoamérica este año.

De acuerdo con el informe del Banco Mundial, la progresiva desaceleración económica de este y el próximo año en Colombia se producirá a medida que se desvanezca el impulso que proporcionó la inversión en el país el año pasado, y cuando mejoren las condiciones del mercado laboral, con un plan de reforma fiscal aprobado por el Congreso de la República en septiembre de 2021; junto con una regla fiscal restablecida después de una suspensión de dos años debido a la pandemia, que proporciona un marco para la consolidación fiscal en el mediano plazo que brindará apoyo continuo a los hogares vulnerables durante 2022, mientras que las reducciones del gasto en otras áreas marcarán el comienzo de un ajuste fiscal gradual que se intensificará en 2023, por exigencia de la OCDE.

Cabe señalar finalmente que de acuerdo con Fedesarrollo, los economistas y analistas nacionales, luego de acabar en el 5,62 % en 2021, durante enero de 2022 la inflación ya habría pasado el 6.0 %, para llegar al 6,2 %; resultado que contrasta con los proyecciones del equipo de investigaciones económicas del Banco de la República, que considera que la inflación para Colombia en 2022, será de entre el 3,7 % a 4,5 %, algo improbable considerando la espiral alcista de todos los bienes y servicios que se registra en lo corrido del año.


*Melanio Zúñiga Hernández. Abogado y Contador Público especializado en gerencia financiera, amplia experiencia en banca y como revisor fiscal.

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