Las comidas sorprendentes de la época prehispánica que aún siguen. Foto: iStock.
Por: Redacción Clarín
La agricultura era la principal actividad económica en este periodo. Hubo diferencias en el desarrollo económico, político y cultural. La Edad Media, comprendida entre la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 y el descubrimiento de América en 1492, es un periodo histórico frecuentemente asociado con el oscurantismo, marcado por la influencia de la Iglesia y la restricción del conocimiento científico y cultural. Sin embargo, diversas investigaciones han matizado esta visión tradicional, señalando que, aunque la religión tuvo un rol central, también hubo importantes avances en campos como la arquitectura, la filosofía y la preservación del conocimiento con la creación de las universidades en los monasterios durante los siglos XII y XIII. En el plano social y económico, la sociedad medieval estaba organizada en torno al sistema feudal, donde la tierra era el eje de la riqueza. Los campesinos, a menudo llamados siervos, trabajaban las tierras de los señores feudales a cambio de protección. Este sistema no solo estructuraba la economía, sino también las relaciones de poder y la organización de las comunidades rurales.
En cuanto a la alimentación, las dietas variaban significativamente según el estatus social. Mientras que los campesinos consumían una dieta basada en cereales, legumbres y productos lácteos, las clases altas disfrutaban de una mayor variedad, incluyendo carnes y especias traídas desde el oriente a través de rutas comerciales. Curiosamente, algunos alimentos de la Edad Media, como el pan de centeno y ciertos guisos, han perdurado y siguen formando parte de la gastronomía contemporánea en varias regiones de Europa.
Cómo era la dieta en la Edad Media. Durante la Edad Media, la alimentación y las prácticas culinarias reflejaban no solo la diversidad cultural de Europa, sino también las marcadas diferencias sociales. Según un informe del Portal de Comunicación de la Universidad de Alcalá, los banquetes se consolidaron como los eventos sociales más importantes de la época, donde los anfitriones mostraban su poder y riqueza a través de lujosos festines. Más allá de la comida, estos banquetes tenían un papel central en la consolidación de alianzas y la reafirmación de jerarquías sociales. Una de las particularidades de estos encuentros era el uso compartido de los utensilios. No existían platos ni copas individuales; en su lugar, se disponían grandes fuentes donde los comensales compartían la comida, y la bebida se pasaba de mano en mano. Solo se utilizaban cuchillos y cucharas, ya que el tenedor no se popularizó hasta después del siglo XI. El informe también señala que las diferencias sociales marcaban el acceso a los alimentos. Comer bien era un privilegio de las clases poderosas, mientras que la mayoría de la población consumía solo lo que se producía localmente. Hasta la llegada de la industrialización, el acceso a la comida estaba determinado por la producción agrícola inmediata, lo que limitaba la variedad y la cantidad de alimentos disponibles para la mayoría.
Durante la Edad Media, los cereales siguieron siendo el alimento principal. Los pobres consumían cebada, avena y centeno, mientras que el trigo estaba reservado para la clase gobernante. Estos cereales se comían en forma de pan, gachas, gruel y pasta, y eran comunes en la dieta de todos los sectores de la sociedad. También se consumían verduras como puerros, coles, nabos, ajo y legumbres como garbanzos y alubias, especialmente en el sur de Europa. Entre las frutas más populares estaban las manzanas, peras e higos. Las carnes más habituales eran el pollo, el gallo y el cerdo, ya que la carne de res era más valorada. También se consumían muchos productos lácteos como mantequilla, quesos, leche, además de huevos.
*Redacción Clarín