JOSÉ MANUEL HERRERA BRITO

Por: José Manuel Herrera Brito *

El avance del territorio se relaciona con el avance de la implementación de los Objetivos del Desarrollo Sostenible –ODS, en los más de sus contenidos y niveles. El territorio es una comunidad humana con sentido de pertenencia, simbólica y objetiva, en un espacio físico determinado y con capacidad de construcción de un futuro común. Los retos de sostenibilidad planteados por la Agenda 2030, dependerán del compromiso de la especie humana consigo misma y con el planeta. Sentirse parte de él debe significar modificar las relaciones con el ambiente y los recursos naturales y resolver los más apremiantes problemas de desigualdad y pobreza propios de las sociedades, naciones y Estados contemporáneos. Es entender a cabalidad que lo global importa.

También importa lo regional. Desarrollar el territorio en estos escenarios significa comprender y contribuir a generar las condiciones para intervenir en todos aquellos bienes colectivos, materiales e inmateriales, de los cuales depende su bienestar. Los retos del cambio climático trascienden fronteras y ponen a prueba la capacidad de fortalecer la comunidad en torno a la respuesta a los riesgos naturales y el fortalecimiento de la resiliencia, la sostenibilidad de ecosistemas, la neutralización de las trampas y bolsones territoriales de pobreza que tienen lógicas que trascienden los límites de los pueblos, la integración económica y social. Es claro que el desarrollo territorial supone facilitar el intercambio horizontal de los aprendizajes locales y contribuir a la resolución de los diferentes desafíos relacionados con el desarrollo sostenible.

De la misma manera importa lo nacional, ya que se procura establecer el horizonte de reducir las desigualdades territoriales y examinar componentes estratégicos del diseño y la implementación de las políticas de desarrollo territorial para identificar los nodos críticos que han de enfrentarse y las estrategias de gestión que han de adoptarse.

De igual manera lo local importa, de cuyo seguimiento y cumplimiento depende el avance en materia de desarrollo sostenible, en cuanto a la igualdad y la sostenibilidad como fundamentos de un horizonte territorial, en visión consonante con los retos de la Agenda 2030. El desarrollo territorial, en el plano nacional, debe entenderse como un compromiso respecto de la disminución de las desigualdades territoriales, que garantice el ejercicio de la ciudadanía y el derecho al desarrollo del individuo, independientemente de donde este nazca o resida. También debe comprenderse como la provisión de bienes colectivos que haga posible que los territorios, entendidos como comunidad de individuos, tengan condiciones similares de acceso a la conectividad, al ambiente sano, al conocimiento, a la probidad pública y a la seguridad ciudadana. Traduce de la misma manera, reconocer el derecho a la diversidad, a la preservación de culturas, identidades, lenguas y costumbres propias que enriquecen comunidades, economías y democracias. En lo ecológico, significa el reconocimiento de la existencia de ecosistemas estratégicos (conservación, restauración, biodiversidad) de cuya reproducción dependen la vida humana y los sistemas naturales.

Es avanzar en los retos territoriales según sus propias realidades, condiciones y aspiraciones; ya que se reconoce a las subregiones como un espacio heterogéneo y diverso que comparte desafíos semejantes en materia de riesgos naturales, vulnerabilidades y necesidad de fomentar capacidades y aumentar la resiliencia, al tiempo que se pone de presente la magnitud de los riesgos, los costos sociales, económicos e institucionales y se hace un énfasis en la necesidad de un compromiso en materia de planificación para que la resiliencia esté a la altura de los retos.

Es consolidar políticas de desarrollo territorial acorde con acciones impulsadas y orientadas a reducir la desigualdad, a fortalecer las capacidades y activos de los territorios y sus actores para enfrentar los desafíos que el desarrollo entraña, y obtener así un balance polivalente a partir del cual se desarrolla una mirada transversal de situaciones, donde se confrontan una gran cantidad y variedad de políticas de desarrollo territorial que se despliegan en la región y ponen en evidencia la importancia que la región otorga al desarrollo territorial, que a pesar de su riqueza, carece de una adecuada gestión de las interacciones y plantea la necesidad de construir un ecosistema de políticas de desarrollo territorial.

Así como existe un todo de políticas territoriales, importa la visión de ecosistema como el horizonte de un enfoque coherente de política pública, que se entiende como un conjunto de políticas, planes y normativas con impacto territorial. Se espera que un adecuado conocimiento y gestión de este conjunto permita la interacción y la sinergia entre sus componentes, y conduzca y facilite el diseño, la implementación y la evaluación de acciones públicas con un mayor impacto en la disminución de las desigualdades territoriales y la generación de capacidades en los territorios y actores locales.

Es permitirse comprender los rasgos característicos. Observar que, a diferencia de lo que sucedía en otros momentos de la historia regional, estas políticas de afinidad territorial no están organizadas alrededor de un enfoque único ni hegemónico, sino que son, más bien, un conjunto muy variado y abierto. Por tanto, lo territorial no se juega solo en las políticas de desarrollo territorial.  saramara7@gmail.com

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