Ruben Darío Ceballos Mendoza

Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza❊

La emoción, desde la psicología, es el conjunto de reacciones orgánicas que experimenta un individuo cuando responden a ciertos estímulos externos que le permiten adaptarse a una situación con respecto a una persona, objeto, lugar, entre otros; y, significa movimiento, impulso. La razón en filosofía, es la virtud que posee el ser humano para cuestionar, reconocer, comprobar conceptos, debatirlos, así como deducir o inducir conceptos diferentes a los que ya se domina.

Con certera lucidez bien podemos decir, partiendo de lo expuesto, que no será nunca bueno para nada el exceso de sentimentalismo que rodea nuestra política, en el interés que no podemos dejar que la democracia sea asaltada por discursos emocionales y vanos. Ello lleva a la quiebra de ciertos consensos y equilibrios. Nos sume en caminos sin sentido al primar lo emocional sobre cualquier discurso racional con una cierta base objetiva. Concepto y contexto que tiene su origen en la calle, que ha anegado el mensaje de los políticos, cada día y cada vez más simplistas y carentes de una mínima sustancia intelectual, al estar pensados para un consumo rápido por esas masas de ciudadanos acostumbrados a ver la vida desde lo insustancial, inane y anodino.

Eso lo estamos viendo cotidianamente en cualquiera o mejor en muchas circunstancias. Lejos de procurarse acuerdos base con todos los partidos, se escenifican polarizaciones, se manejan decisiones objetivamente contrarias al más elemental sentido común en sucesión de gestos emocionales lejos de toda concordia y diálogo. No se tienen en cuenta ni uno solo de los sólidos argumentos que aconsejan no hacerlo por no ser ello civilizado en política o, al menos, dejarlo como último recurso, en la seguridad que se llegaran a puntos de convergencia,

No conviene que se sigan produciendo reacciones de unos y de otros apelando a sentimientos de grupo para mantener cooptados los votos, que en el entender obtuso es de lo que realmente se trata, cuando lo que realmente interesa son los intereses superiores de la comunidad; y en ese andar, se obvia cualquier intento de solución consensuada de los problemas, que muchos son los que acusamos, que no parecen tener solución por la torpeza de cómo los están tratando.

De no anteponer razón a emoción, se seguirán profundizando más toda una serie de perniciosas como perversas dinámicas de intereses, que por estarlas manejando desde el poder, bien y mejor les vienen a quienes creyéndose poseedores de la verdad revelada, izan banderas de concordia y dignidad en peroratas propias de una política minúsculas, ligera, baladí, sentimental y por ende insignificante, como lo comprobará la historia.

Jurista. 📧rubenceballos56@gmail.com

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