lisbeth barraza escorcia

Por: Lisbeth Paola Barraza Escorcia*

Sobre este neurálgico tema interesa sobremanera concientizar sobre la magnitud del impacto de este delito y reflexionar sobre acciones pendientes desde ángulos que vayan desde lo local a lo internacional. En sus inicios, la trata de personas se relató a través de historias de manipulación y coerción aisladas, que terminaron por convertirse en piezas de crisis globales. De acuerdo con la UNODC, la trata envuelve a todas las regiones, registrándose víctimas de al menos 127 nacionalidades en 137 países.

Genera la trata de personas con fines de explotación sexual, laboral, tráfico de órganos, entre otros, daños sumamente irreversibles en individuos, familias y representa una deuda de la comunidad internacional con la humanidad; más, cuando las víctimas son, principalmente, mujeres, niñas, niños, adolescentes y personas migrantes, lo que obliga respuestas especializadas y conjuntas, dirigidas a la atención de realidades locales y sin perder de vista las tendencias globales.

Hoy por hoy, los cambios y transformaciones de las dinámicas de la movilidad humana, las adaptaciones demostradas por redes criminales ante nuevos contextos, los riesgos climáticos, ciclos económicos, son algunos elementos facilitadores de este delito, aun cuando algunos de ellos tienen un origen lejano. La infiltración de redes criminales en actividades lícitas es un riesgo que se adhiere a una agenda que engloba asociaciones entre grupos delictivos en un clima internacional fragmentado por desequilibrios sistémicos y retos específicos de cada área.

La mayor parte de los casos de trata, bien se sostiene, pertenece a un orden nacional, sin embargo, la mayoría de las víctimas de trata en el hemisferio americano tienen orígenes extra regionales. Esta tendencia incrementa a partir del aumento y diversificación de los flujos migratorios, siendo las poblaciones migrantes grupos particularmente vulnerables. Usualmente, las víctimas no buscan ayuda debido a barreras lingüísticas, desconfianza a las autoridades o no identificarse como víctimas. Por ello, la labor consular para generar confianza a través del desarrollo de estrategias de proximidad con las comunidades resulta fundamental.

Interesa en consecuencia, a espejo de lo expuesto, fomentar canales de comunicación entre comunidades y autoridades e impulsar la cohesión dentro del tejido social comunitario, como tareas vitales en la esfera de la prevención, importante cual que más. La trata, flagelo execrable sin duda alguna, debe llamarnos a hacer conciencia sobre la magnitud del impacto de este delito y reflexionar sobre acciones pendientes desde todos los ángulos geográficamente hablando, en lo que ayuda la implementación de estrategias que consideren la protección y atención a las víctimas, así como la prevención del delito. Es hacer de todo el orbe un engranaje complejo en esta ecuación, derivado de características demográficas, logísticas y migratorias, por lo que la coordinación con autoridades y organizaciones resulta vertebral, ya que con ello se abordará en mejor forma y manera las realidades, lo que facilitará que más pronto que después bien y mejor puedan construirse capacidades conjuntas desde ya, con altas miras a un porvenir sin trata de personas.

*Lideresa Social. Tallerista. Conferencista. Columnista

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