JOSÉ MANUEL HERRERA VILLA

Por: José Manuel Herrera Villa*

Estoy por creer que todo lo malo que pasa en cuestiones administrativas públicas en nuestras entidades territoriales es nuestra culpa. Le permitimos a los servidores públicos toda una serie de arbitrariedades nada útiles ni necesarias cuyas consecuencias a la postre terminamos pagando los ciudadanos de bien. Insisto que la responsabilidad por la mayor parte de las aberraciones que nos suceden proviene de un complejo juego de intercambios entre gobernados y gobernantes que no es nuevo, aunque diferentes y con estilo propio de acuerdo con cada gobernante: desmanes, demagogia, arbitrariedad, populismo, frivolidad, corrupción, autoritarismo, insensibilidad, maquiavelismo, cinismo, entre otros generales y particulares desatinos.

Dichos servidores públicos han entendido, como también comprendido, algo fundamental para gobernar o mal gobernar, que es lo que en efecto hacen; y es utilizar de manera perversa su inteligencia para llegar, que es en ellos una especie de sabiduría intuitiva producto de su personalidad, su trayectoria y no resistirse a dejar de apelar a lo peor de la sociedad, al ventajismo, a sumar y no restar.

Otros muchos sin pensamiento propio reconocen que así es correcto actuar y desisten de azuzar las pulsiones más oscuras del pueblo que, como todos los pueblos, posee virtudes, vicios, fortalezas, debilidades, proclividades y rechazos, todo lo cual producto de la historia convulsa de los territorios todos del país.

En definitiva, la mayoría apela a lo peor de la sociedad, esto es al resentimiento, la pasividad, el individualismo exacerbado, la incultura política, la inexperiencia democrática, el simplismo expresado de manera magistral. No existe en los mandatarios el temor a las consecuencias de legitimar sentimientos, creencias, convicciones equivocadas, pre-modernas, antidemocráticas o francamente peligrosas. Les vale nada, solo les importa entronizarse en el poder y enriquecerse junto con los suyos.

En muchos temas y definitivamente la conclusión parece inescapable, la culpa no es de quienes gobiernan, sino de quienes a ellos elegimos, vale decir, somos nosotros los culpables y nadie más; a lo que se suma que no hemos sido capaces de hacer por nosotros mismos lo que estamos obligados a hacer en propio y comunitario beneficio; más, por cuanto nadie hará por nosotros lo que nosotros no seamos capaces de hacer, lo que debe tenerse muy claro y en exacta correspondencia, actuar en consecuencia.


*José Manuel Herrera Villa. Profesional en Administración y Finanzas. Especializado en Auditoría Integral. Formulación y Evaluación de Proyectos de Desarrollo.jomahevi@gmail.com

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