Por: Hernando Pacific Gnecco*
Sin el ingenio humano, estuviéramos aun en la Edad de Piedra. Gracias a este, aparecieron muchas creaciones, la mayoría de ellas muy útiles; algunas, realmente vitales. Otras, sin embargo, significaron daños importantes para la humanidad; sus creadores murieron arrepentidos de ellas. Robert Oppenheimer, director del Proyecto Manhattan que desarrolló la bomba atómica detonada por los Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki, repetidamente manifestó su dolor por los millares de víctimas. Renunció a su cargo, abogó por el control de armas nucleares y se opuso a la bomba H. Arrepentido, siempre recordaba el texto sagrado hindú: “Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”. Albert Einstein, pacifista convencido, manifestó su aflicción debido a la destrucción causada por esa macabra bomba; su famosa fórmula E=mc² fue fundamental para la era atómica. Poco antes de fallecer, se lamentó: “cometí el gran error de mi vida”. En 1945 las bombas atómicas causaron la peor desgracia para Japón; las dos ciudades bombardeadas sumaron entre 100.000 y 200.000 muertos (nunca se supo la cifra exacta) por la explosión y la radiación, además de las graves secuelas en los sobrevivientes y fallecimientos posteriores.
Arthur Galston descubrió que el ácido triyodobenzoico (TIBA) estimulaba el crecimiento de la soya; aplicado en exceso, hacía caer las hojas de las plantas expuestas. Nunca imaginó que estaba creando un arma letal: el TIBA mezclado con dioxina y otras sustancias (agente naranja) causaría 4 millones de víctimas a causa de su uso en la guerra en Vietnam; Estados Unidos asperjó el poderoso herbicida en las selvas donde se encontraba el vietcong y en los cultivos que pudieran ser aprovechados por estos; 20 millones de galones cayeron en tierra vietnamita. Camboya y Laos también padecieron la venenosa lluvia. Galston advirtió de los irreparables daños ambientales y de los graves efectos en los seres humanos y animales, especialmente cáncer y graves lesiones fetales; las deformidades de los recién nacidos fueron sencillamente espantosas. Obligado, Nixon detuvo su uso; indemnizaron a los soldados estadounidenses afectados, pero las víctimas asiáticas del terrible veneno jamás fueron reparadas. Galston diría: “Cualquier hallazgo científico puede pervertirse bajo presiones sociales; la ciencia debe mejorar la suerte de la humanidad, no disminuirla”. Murió dolido por el uso de su descubrimiento como arma militar.
Mijail Kalashnikov creó el fusil más utilizado de la historia, el AK47. Resistente, confiable, económico de producir y mantener, era el arma obligada del ejército soviético. Ligado a revoluciones y guerras (en Angola, Vietnam, Argelia y Afganistán estuvieron presentes), ha sido usado por las guerrillas colombianas. Osama Bin Laden fue fotografiado apuntando con ese fusil. Se dice que acumula más muertes que la bomba atómica. Kalashnikov no manifestó arrepentimiento durante su vida pero, poco antes de morir, confesó que tenía un “dolor espiritual insoportable”; se sentía culpable de las muertes causadas por su invento. Kalashnikov, como cristiano, se preguntaba “por qué el Señor permitió al hombre los deseos diabólicos de la envidia, la codicia y la agresión”.
La dinamita, tan útil en la construcción como letal en la destrucción, hizo arrepentir a su creador, Alfred Nobel. Siguiendo sus instrucciones, en diciembre de 1896 Ragnar Sohlman y Rudolf Lilljequist instituyeron la Fundación Nobel; cuando se abrió el testamento de Nobel supieron que, con la fortuna de Alfred, tenían asignada la misión de crear una entidad para enaltecer los avances de la humanidad. Establecieron los premios anuales por logros significativos en física, química, medicina y fisiología, literatura, paz mundial y, desde 1969, economía. Este deseo de Nobel tuvo una potente razón: le atormentaba la idea de la muerte y destrucción causadas por la dinamita. Y es que en 1864 su hermano menor y otras cuatro personas fallecieron por una explosión de nitroglicerina; experimentó entonces para estabilizar el explosivo líquido, lográndolo con nitroglicerina; nació así la dinamita, que le trajo fama, riqueza y arrepentimiento por el daño que causó su uso bélico. ¿Nos arrepentiremos en Colombia de tanto glifosato asperjado o de las guerras destructivas e inútiles? hernandopacific@hotmail.com
*Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario. Columnista
TEMA ENLAZADO: INVENCIONES PELIGROSAS