En memoria de nuestros fallecidos

Por: José Manuel Herrera Brito

Ejemplo luminoso sin lugar a ningún género de duda fue en vida el Doctor Hernando Pacific Robles, profesional a cabalidad que nos legó integridad a toda prueba y quien partiera al infinito eterno en días pasados, no sin antes ofrendarnos su vida cumpliendo con su deber hipocrático y ayudando a causas justas y nobles. Heredó de los suyos un corazón ilustre, bondadoso, espíritu varonil y un gran sentido de responsabilidad y compromiso. Meritorio su trasegar en el curso de su vida en este globo planetario.

Quiero en estas líneas, además de rendirle justo tributo a quien fuera amigo de mis padres, brindarle un homenaje sentido, cariñoso y plasmar recuerdos de su hacer médico, científico, artístico, cultural, periodístico y humanista, campos todos en los que brillo con dignidad y fulgente luz propia, mismos que refiere con atildada pluma su hijo, también médico anestesiólogo, Doctor Hernando Pacific Gnecco, quien en su columna “Médicos escritores costeños”, aparecida el 18-Mar-2024, en el periódico “El Informador” de Santa Marta, y en este períodico, retrata de manera fidedigna esos anotados haceres y quehaceres de su distinguido progenitor, así:

“El Caribe ha sido prolífico en magníficos escritores, entre ellos varios médicos. Lamentablemente, mientras algunos han tenido notoriedad, otros son apenas conocidos en círculos literarios pequeños que no han podido dar el merecido realce a la obra de estos colegas, no menos valiosos. Otros se pierden en los recovecos de la memoria o en las amarillentas páginas de libros extraviados en bibliotecas ignotas.

Hernando Pacific Robles, mi padre, muestra una fulgurante hoja de vida que se inicia con el retrato a mano de sus compañeros para el mosaico de grado del Liceo Celedón. Pianista autodidacta con un exquisito estilo propio aplicable a cualquier género, dominó el arte de la música en todos sus géneros y expresiones. Egresado de la Universidad Nacional en tiempos aciagos, el piano ayudó a su educación. Formado por Juan Marín cuando no existían en Colombia las escuelas de anestesiología, afinó sus conocimientos en el Hospital John Hopkins de Baltimore. Regresa a Santa Marta como primer anestesiólogo. Miembro fundador de la Sociedad Colombiana de Anestesiología, su vida ha sido el arte, la ciencia, la cultura, el deporte y el humanismo. Además de destacarse en la fenecida Sociedad Amigos del Arte del Magdalena, escribió columnas culturales para El Informador, otros diarios locales y en varios medios bogotanos. Pintor impresionista, obtuvo premios en salones nacionales de pintura. Actualmente con 97 años, cerró su productiva vida cultural con un interesante libro: “Momentos y Psiquismo en el Arte Pictórico”.

Dr. Hernando Pacific Robles. Anestesiólogo. Columnista y escritor. Q.E.P.D

Prodigo amor a sufridos, desamparados y a los que necesitaron de su caridad en contexto de esa filantropía que le era propia y que le guiaba a servir y ayudar a quienes necesitasen el auxilio de su ciencia médica. Actuó siempre con ese sentimiento fraternal de servicio que lo alentó siempre, con la mente puesta en el sagrado Juramento profesional y con el espíritu que alienta toda obra humanitaria. Hombre abnegado de sublimes ideales. Partió a la diestra del Padre Celestial llevando en su conciencia la credencial de haber servido sin regateos a la humanidad y llevándose también consigo pedazos de los corazones de quienes nunca terminarán de sentir su ausencia.

A más de su espíritu de superación, mostrada como demostrada preparación, formación, primera condición profesional y cualidades naturales de médico y de anestesiólogo, estuvo siempre dispuesto a trabajar. Poseía las mejores virtudes que hicieron de él un hombre que en su existencia gozó de la simpatía unánime y el cariño de todos cuantos tuvimos la suerte de conocerle y considerarnos cercanos. Virtudes todas que lo engrandecían en cada acto de su vida y las depositaba en los demás, con sutil delicadeza. Una de ellas, la bondad, se advertía al no más tratarlo por primera vez. Demostraba bondad en su presencia, en su mirada franca y amable, en cada una de sus acciones en las que lo rodeaban encontraban eficaz consuelo. De modales correctos y amables. Siempre respetado, tenía una afabilidad a flor para mitigar el dolor. Ejemplo de caballerosidad y disciplina, presto siempre a servir y a prodigar favores.

La humildad era tan natural en su ser que conmovía y fue virtud que lo distinguió con creces. No conocía orgullo ni soberbia. Nunca buscó ni procuró prebendas. Tampoco creerse con mayores derechos que otros o mostrarse orgulloso delante de sus colegas o colaboradores, lo que lo retrataba con toda su bondad, gran corazón y franqueza. Fue parte de sus placeres hacer algún bien, de lo que de lo que decía, como alguna vez le escuché, era dable poder lograr para todos un mundo mejor. Paz para su alma y sean las más sentidas de las condolencias para su familia toda. saramara7@gmail.com

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