Rafael Robles Solano

Por: Rafael Robles Solano*

Con ocasión de la suspensión de las acciones insurgentes con el ELN, previstas para agosto 03/2023, con las condiciones acordadas preliminarmente en las conversaciones de paz en la Habana, iniciamos una importante etapa que es indispensable para abrir espacios tendientes a desarticular las extorsiones, los secuestros y los atentados terroristas contra las sedes policiales y las infraestructuras petroleras por parte de este grupo guerrillero.

Es una oportunidad para abrir espacios de perdón, y seguir deponiendo paralelamente el desarme de los rencores y resentimientos que tanto daño causan entre quienes aún se ofuscan y se rehúsan a aceptar que esta clase de milicianos que tanto daño y terror han ocasionado a lo largo y ancho del país. Aprovechar que se sienten a dialogar con el Estado colombiano en cabeza del gobierno actual, a negociar condiciones básicas mínimas para deponer las armas e integrarse paulatinamente como excombatientes a los entornos de convivencia, en el propósito de reinsertarse socialmente como personas productivas.

Esta clase de procesos requiere de mucha pedagogía, sensibilización y empoderamiento por parte de quienes en ellos intervienen, porque históricamente en el país, muchos reinsertados después suelen ser perseguidos y asesinados por acciones vindicativas dispuestas y probablemente causadas por quienes fueron sus víctimas en el pasado o de aquellas fuerzas criminales, interesadas en que los escenarios de paz, no se puedan consolidar, porque ellos se lucran con estas formas de violencia, como acontece con las actuaciones delincuenciales de quienes se dedican a chantajear comerciantes, ganaderos, empresarios, familias pudientes, etc., en los conocidos boleteos, utilizando como pantalla de sus extorsiones, el temor generalizado contra las organizaciones subversivas.

El nuestro es un país, que a pesar de haberse modernizado en sus principales ciudades de forma urbanística, industrial y comercialmente con un desarrollo de aparente bienestar social y económico que, en la realidad, no se ha integrado con la Colombia profunda, la campesina y rural, la de las comunidades raizales de indígenas y afrodescendientes, como de las víctimas de los desplazamientos colectivos, quienes huyendo de la violencia de paramilitares contra la guerrilla, terminaron migrando y refugiados en las ciudades, acrecentando los graves índices de pobreza y cinturones de marginalidad extrema, qué por falta de medios de subsistencia dignos, trabajo, vivienda, educación y salud, contribuyen a generar nuevos factores de inseguridad y violencia, a los que se adicionan aquellos que los explotan y trafican con estupefacientes, personas, mujeres, vehículos y en general, al comercio de todo tipo de bienes de consumo como el contrabando y la minería ilegal.

Bajo estas condiciones, es complejo esperar que los anunciados y publicitados procesos en busca de la Paz Total, se puedan implementar con la amplitud de convivencia pretendida por el gobierno nacional, pero aclaro, no es utópico intentarlo, porque llevamos décadas padeciendo, sufriendo y conviviendo con los factores de violencia antes reseñados, sin esperanza de lograr acceder a estadios o escenarios donde la mayoría o mejor, todos, podamos salir de nuestros hogares a trabajar, estudiar, vacacionar, hacer turismo y conocer el país, sin temores de ser asaltados o secuestrados en las carreteras por las hordas de delincuentes de hoy, dedicadas al pillaje, para robar alimentos y mercancías de todo tipo.

Concluyo respondiendo que: es posible y necesario reconciliarnos, porque en Colombia merecemos convivir con la tranquilidad propia de las sociedades modernas, así, sin odios, ni rencores contra nadie, porque a través del perdón, podremos disfrutar de la Paz Total. *Secretario Ejecutivo LIDERESOCIAL. lideresocial@hotmail.com

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