Por: José Manuel Herrera Brito

El estado de inseguridad que vivimos es grave y representa uno de los problemas mayores que tenemos como sociedad y tienen a su vez nuestras instituciones en lo local, departamental, regional y nacional, lo que nos lleva irremediablemente a reconocer que la delincuencia está cada vez mucho mejor organizada y es su combustible primario corrupción, impunidad, narcotráfico y la indiferencia social, que quiérase o no, mantiene a tope los niveles de violencia y criminalidad en guarismos que pueden considerarse absurdos como insoportables y a todas luces exagerados; de tal manera que organizarnos mejor institucionalmente deba y tenga que ser, sin más, uno de los más grandes desafíos a tener que enfrentar con la celeridad que el mismo requiere, dada su gravedad y extrema peligrosidad.

Aberrantes es entre nosotros la corrupción y la mala administración pública, que no se pone a tono con la época actual, en la que la tecnología es parte de cada instante de nuestro diario acontecer. Desolador panorama sin duda, al no hallar las iniciativas ciudadanas eco en la paquidérmica administración pública, que no arroja de manera permanente como debiera éxitos gubernamentales.

Importante en todo lo cual, y como factor positivo camino a neutralizar al menos en parte la acción de la delincuencia organizada en las más de sus formas, la permanente difusión y prevención entre la sociedad, al tiempo de insistir hasta la saciedad de ser el caso, en una mejor organización civil para enfrentar la criminalidad desde la óptica de una coordinación efectiva entre quienes sufrimos la inseguridad y quienes tienen la obligación de combatirla, en la seguridad que entre todos, más temprano que tarde, más rápido que corriendo y más pronto que después, podemos recuperar la tan necesaria y edificante tranquilidad.

Necesitamos un mecanismo que permita hacer frente a la amenaza del crimen organizado, en el entendido cierto que no se puede combatir a partir de esfuerzos aislados o desorganizados, así como la necesidad de fortalecer lazos de colaboración operativa para desarticular las organizaciones delictivas, erradicar sus redes de vínculos y desmantelar sus estructuras financieras; más, por cuanto es bien sabido que los criminales siembran la corrupción comprando autoridades locales y dejando detrás de sí una estela de violencia y su consecuente incremento, debiendo tenerse suma prevención, toda vez que las organizaciones del crimen organizado han aprovechado la vulnerabilidad en esta materia, especialmente por la forma ligera como se trata; de ahí que el problema no sea tanto la  existencia del crimen organizado sino la forma como se comportan unos y otros, en lo que ventaja lleva la criminalidad.

En la medida en que no haya un verdadero contrapeso para combatir la criminalidad, que maneja cantidades ingentes de dinero y con una disposición a la violencia muy fuerte, siempre la institucionalidad democrática, ciudadanía y comunidad en general estarán amenazadas; de ahí la imperiosa necesidad de organizarnos mejor, en la realidad que frente a la delincuencia organizada no queda más que operar también organizadamente. saramara7@gmail.com

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