Por: Ec. Omar Escobar
El lado oscuro del ser humano, se expresa en la práctica de la guerra. Múltiples son las causas, como las justificaciones desde que el hombre existe. Las disputas económicas, ideológicas, territoriales por cuestiones históricas y estratégicas, provocan cambios de relaciones de poder que se expresan en el conflicto bélico.
Un ejemplo de esto es el sionismo cuyo objetivo hace medio siglo fue la creación de un Estado judío en la Tierra Prometida del judaísmo, localizada en la Palestina Árabe, cuyo legado arabesco viene desde el año 638. Los judíos comenzaron a emigrar hacia esta Tierra Prometida en 1881. La primera oleada judía a gran escala tuvo lugar en la década de 1930, en pleno Mandato Británico, como consecuencia de la persecución nazi. Con el paso de los años, las comunidades judías asentadas en la Palestina histórica fueron creciendo y, con ello, aumentaron los enfrentamientos entre los palestinos que reivindicaban la independencia y los judíos que consideraban ese territorio como propio.
Los asentamientos tomaron fuerza después de 1947, distinguiéndose los asentamientos oficiales, que cuentan con «autorización oficial» del Gobierno, y los puestos avanzados, que no cuentan con ella. Los colonos que viven en los asentamientos oficiales (e ilegales) escogen vivir ahí por motivos más prácticos que ideológicos. Por el contrario, los que residen en los puestos avanzados consideran que las tierras les pertenecen por derecho y mandato divino, lo dice la Torá y lo demás, no importa. La violencia es legítima y necesaria contra las personas palestinas alrededor de los asentamientos.
Así la tierra como factor productivo o de atesoramiento, se convierte en botín de guerra que se conquista a muerte y se defiende a ultranza, recurriendo a las armas y a la ley, religiosa o civil, al fin igual, dado su macabro propósito
El Estado Israelí contempló dos leyes clave en cuanto a su política territorial de desalojos. Ley de Bienes Ausentes de 1950, y la Ley de Asuntos Legales y Administrativos de 1970. La primera prohíbe a la población palestina reclamar las propiedades que perdieron durante el conflicto de 1948. La segunda permite exclusivamente a los judíos reivindicar tierras y propiedades supuestamente propiedad de judíos en Jerusalén Este, antes del establecimiento del Estado de Israel en 1948, permitiendo a Israel, apropiarse de diferentes barrios de Jerusalén Este. Los palestinos, por su parte, no pueden reclamarlas ni disponer de una ley similar porque la Ley de 1950 se lo prohíbe. Es una trampa jurídica perfecta que básicamente permite a los judíos reclamar propiedades que perdieron durante la guerra de 1948, mientras se lo prohíbe a los palestinos.
En ese contexto, la OLP, Hamás y Hezbolá, nacen como respuesta contra el sionismo de Israel. Entendible desde la defensa territorial; derecho de los pueblos demócratas. Sin embargo, son dos fuerzas altamente beligerantes y fervorosamente religiosas. Cada una con líderes que no dan espacio a la reconciliación, menos al “perdón bíblico”. Clara muestra que aún no salimos de la barbarie, pese al desarrollo tecnológico tan sofisticado de Israel. Lástima que los dos bandos, destinan altas sumas de recursos a la tecnología de la guerra, siendo milenaria su pobreza cultural. Quizá sus nuevas generaciones, terminen con la barbarie…