Por Enrique Herrera – @enriqueha .
Vicky Dávila se lanzó y movió la política. Llena un vacío, el que había en la derecha, el de la falta de un candidato(a) con audiencia y adhesión. Y Vicky las tiene, es mediática.
Con ella se abrió el telón de la campaña presidencial, una campaña que quizás se construya desde el espectáculo a un público que le gusta el espectáculo, el escándalo y las historias en donde más que programas y propuestas, al público elector le llama la atención los personajes -buenos y malos- los relatos a contar, las tensiones y delaciones, en fin, las emociones, la intriga y la entretención. Y ahí Vicky ha demostrado, desde la revista Semana, maestría.
Lo hace muy bien. Es decir, tuvo la capacidad, desde la revista (habrá que ver si la tienes desde la política) de convertir argumentos racionales en revelaciones, en historias en donde ella sin duda alguna, se ha convertido con sus denuncias en un personaje -en la heroína- y ha tenido la inteligencia de construir del otro lado, en la antípoda, a los villanos. Ahí ubicó a Petro y a todo lo que se les parezca. También ha demostrado que no se arredra ni a los políticos ni a los empresarios sino que muy al contrario, los desafía aunque después los necesite y la rodeen
Vicky cuenta historias que conectan. Ha puesto la agenda nacional. Tiene audiencia, estrategia y cumple lo que anota Cristhian Salmon “El éxito de una candidatura no depende ya de la coherencia de un programa económico ni de la pertinencia de las soluciones propuestas, ni siquiera de una visión lúcida de las apuestas geoestratégicas o ecológicas, sino de la capacidad para movilizar en su favor grandes corrientes de audiencia y adhesión” alrededor de una historia, de una narrativa contada.
Quizás Vicky pegue o quizás se desinfle. En el corto tiempo se sabrá.
Que despegue o no dependerá del tránsito que haga de la revista a la plaza pública, de ser periodista y preguntar a ser candidata y ser preguntada, de si tiene conocimiento del Estado, si conoce lo público y ahí tendrá que comprobar si es sólida y le cabe el país en la cabeza o si, muy al contrario, está llena de agujeros conceptuales, de confusiones temáticas -como Mafe Carrascal- y desconocimiento gubernamental. Ese es su mayor flanco débil.
Por ahora, es la candidata fuera de la caja, de la anti política, la incorrupta, la que no le jala a las componendas políticas -en esto se parece a Sergio Fajardo-, es el referente de la oposición a Petro y a Claudia López y por tanto tiene el potencial de aglutinar el voto anti petrista muchos más que los otros precandidatos.
Pero también es la aprendiz. Su primer reto es dar confianza al electorado de que puede ser presidenta y despejar esas dudas. El éxito de Vicky dependerá, también, de su habilidad para transformarse de narradora a ejecutora y en convencer que tiene soluciones.
Vicky sería la fórmula ideal de Sergio Fajardo, encargándose, por ejemplo, de la política anticorrupción, de las comunicaciones y de las relaciones con las regiones. Esa fórmula podría ganar en primera vuelta.