RUIZ FRUTOS JULIAN MARTIN

Por: Julián Martín Ruíz Frutos

El sistema económico imperante, hunde sus raíces y puntas en el consumismo y cuanto más mejor. Muchos alzan su voz respecto que ojalá no les quiten esa posibilidad de tener cada día y cada vez más, lo que generará descontento, ya que a más de los que se tiene, se desea más, más y mucho más. Un descontento a toda máquina acicate del gasto en un sin parar y un sinvivir.

El descontento es palabra clave en la acción política. Cuando es infundada, y lo vemos en muchos casos, tiene siempre como norte estar descontenta con el gobierno. Le molestan las cosas que hace el gobierno, especialmente las que hace bien. Lo que más descontento causa en la oposición son los aciertos del gobierno, porque tienen miedo qué, de seguir así, sigan estando en la oposición. Pero es que, además, y esto es especialmente cierto de un tiempo a esta parte, el gobierno acaba por estar también descontento con la oposición, porque incluso en asuntos de esos que se llaman «de Estado» la oposición sigue dando que hacer, llegando incluso a entorpecer que no le den dinero al gobierno, no vaya a ser que eso contribuya a que ellos, la oposición, sigan en ella por mucho rato.

El descontento bien encauzado es imprescindible para alcanzar cada vez metas más avanzadas en la vida: el conformismo no conduce a nada, cualquiera que sea el ámbito en el que consideramos esa nada y ese conformismo. En lo artístico, conduce a la repetición de la repetidera, a la miseria espiritual, la indigencia creativa y demás otras falencias. En lo deportivo, records, victorias y honores, se alcanzan con un saludable descontento. En lo profesional, si nos conformamos con el sueldo que percibimos y no luchamos por mejorarlo, seguiremos en las mismas.

Es el descontento premisa eficaz y motor de los esfuerzos que mantienen al mundo en marcha. Sin embargo, conviene dejar claro que el descontento es un poderosísimo veneno cuando se toma como punto de partida para hacer juicios de uno mismo. No se va a ninguna parte con un escrutinio asfixiante de nuestros actos o de nuestra propia personalidad y menos si no somos capaces de suavizarlo con un poco de autoindulgencia.

*Abogado. Columnista . Especializado en Derecho laboral

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