Ruben Darío Ceballos Mendoza

Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*

Las labores todas del campo jamás ni nunca deben demorarse o hacerlas esperar, como bien reclaman quienes viven, se preocupan y ocupan del campo, lo entienden, comprenden y saben de él. Independientemente que sea fin de semana, festivo, carnavales, truene, llueva, relampaguee o caigan rayos y centellas; toda vez que campo, tierra y animales son insobornables a la pereza y al hambre. Ahí siempre estará el agricultor, limpiando, fertilizando, zocolando, desyerbando, desterronando, arando, escardando, sembrando, cosechando el surco. También el ganadero, alimentando la rumia, desparasitando, vacunando o atendiendo partos. Es actividad que demanda grande esfuerzo, inversión y mucho tiempo en su administración, aunque pata muchos desubicados solo sirva como inspiración y lugar para paseos.

Tenemos afortunadamente una Colombia rural que también es empresa y pide en manera importante y urgente los elementos suficientes y necesarios que le ayuden a sobrevivir, ya que está en grave riesgo, asfixiado y las administraciones todas están en la obligación de salvaguardarlo, incentivarlo, entenderlo, comprenderlo y aupar para que se legisle a su favor con consabido equilibrio, so pena de colapsar en detrimento de todos sin excepción, lo que no sería para nada recomendable. Es en realidad el agropecuario un sector en riesgo, y para que no siga dicho colapso, conveniente es modernizarlo, actualizarlo, atenderlo en lo sustancial y estructural. Potenciarlo, subsidiarlo. Hacer prioritarias sus muchas necesidades. Es mirar al mundo rural, donde verdaderamente están muchos de nuestros mayores problemas.

Necesarios son paquetes de ayudas directas a los agricultores para paliar los estragos que sufren, en lo que ayudará sensibilizar a la opinión pública urbana acerca de la importancia de apoyar la creación de empleo rural. Requieren de fondos de garantía, préstamos blandos, exenciones, plazos muertos, financiaciones de emergencia, y normas que reduzcan la distancia entre los precios de origen y los de consumo, entre otros beneficios. Los problemas de los agricultores son muchos, ente los que cuentan distribución, despoblación y los gobiernos no deben estar de espalda a ellos debiendo responder y no abandonarlos a su suerte.

Respetar el campo con soluciones reales es lo indicado. Entender que siembra y cosecha tienen sus propios tiempos, al margen del devenir político. Para el campo el tiempo tiene que ser siempre, ayudarlo, impulsarlo, organizar mejor las organizaciones agrarias, fondos vecinales y cooperativas. Nuestros campesinos no deben ser constreñidos, producen los alimentos que nos permiten vivir, Son respetables trabajadores que trabajan sin descanso.

La fuerza del sector está en la unidad, apalancarse en las ayudas sectoriales, en los paquetes de protección. Entender desde la convicción que si hay alguien que pueda cuidar del planeta son quienes viven y trabajan en directo contacto con la diosa natura. No se trata solo de regular precios, sino de equilibrar producción y distribución.


* Rubén Darío Ceballos Mendoza. Jurista. rubenceballos56@gmail.com

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