Por: Constanza Vacas*
Autor de obras como ‘Historia de la vida del Buscón’, Francisco de Quevedo (1580-1645) no libró a nadie de su insulto: cultos, judíos, mujeres y, por supuesto, Góngora, fueron blanco de su ingeniosa y artística burla. En la lengua que enalteció Francisco Gómez de Quevedo y Villegas durante el Siglo de Oro, la palabra «odiador» es preferible al anglicismo hater. Sin embargo, dicho término extranjero se impone hoy en redes sociales para describir a aquellos que muestran abierta, masiva e incluso arbitrariamente su descontento hacia algo o alguien. Podría decirse, pues, que el célebre escritor mencionado se ajustó bastante a esta definición, aunque para llevarla a cabo se apoyó en una prosa excelente, que ha pasado a la historia como una de las más destacadas de la literatura española.
Ante la ausencia de tuits o comentarios en Instagram, Quevedo escribió obras llenas de sátira como Historia de la vida del Buscón (1626) o Gracias y desgracias del ojo del culo (1631), en las que experimentó con diversos tonos y recursos sin perder el ingenio.
Su biografía es, por lo menos, agitada: aunque con 23 años ya se había distinguido como poeta, al recibir el reconocimiento de otros escritores como Lope de Vega o Miguel de Cervantes, él siempre estuvo interesado en la política, lo que le llevó a ostentar el cargo de consejero del duque de Osuna. Esto, sin embargo, no le salió demasiado bien: cuando Felipe IV ascendió al trono, Osuna cayó en desgracia y Quevedo quedó bajo arresto domiciliario.
Fue tal vez en ese momento cuando dedicó gran parte de su tiempo a escribir, rechazando a la vez posteriores ofertas en el mundo de la política. Y sí, aunque logró terminar pronto esta condena, no sería la única a lo largo de su vida: su visión crítica, que se plasmó en obras satíricas en las que destacaba las actividades éticamente condenables de la sociedad española de la época, lo habrían conducido, según diversas fuentes, a ser arrestado de nuevo desde 1639 hasta 1643, tan solo 2 años antes de su muerte.
Quevedo tenía palabras, y no precisamente amables, para todos: en sus escritos criticó amplia y sarcásticamente el léxico empleado por los cultos, presentando mayor familiaridad con el lenguaje de la «vida baja», pero también insultó sin tapujos a judíos y a mujeres («Doña Juana Mucha, montón de carne, Mujer gorda por arrobas»). Todo ello, sin olvidar la archiconocida rivalidad con Luis de Góngora, a quien le dirigió tal vez sus versos más famosos y ofensivos («Érase una nariz superlativa, érase una alquitara medio viva, érase un peje espada mal barbado»).
Solo así puede entenderse cómo, con una pluma que jugaba a partes iguales con el odio y la burla punzante, Francisco de Quevedo se convirtió en un personaje singular de la literatura española, algo que también puede verse reflejado en estas 10 frases: «Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir». «Creyendo lo peor, casi siempre se acierta». «Por nuestra codicia lo mucho es poco; por nuestra necesidad lo poco es mucho». «Siempre se ha de conservar el temor, más jamás se debe mostrar». «Todos los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que no lo parecen». «El valiente tiene miedo del contrario; el cobarde, de su propio temor». «El consejo, bueno es; pero creo que es de las medicinas que menos se gastan y se gustan». «El amigo ha de ser como la sangre, que acude luego a la herida sin esperar que le llamen». «No es dichoso aquel a quien la fortuna no puede dar más, sino aquel a quien no puede quitar nada». «Nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar, y no de vida y costumbres».
*Redactora National Geographic España