Por: Jaime Eduardo Maestre Dau*

Triste sobremanera que más de la mitad de los habitantes del orbe vivan en condiciones de pobreza muy cercanos a la miseria, aspectos que son obstáculo y amenaza para ellos y para las áreas más prósperas, lo que debe aliviarse, como en nuestro caso será y se hará, con programas de desarrollo soportados en trato justo y democrático, producir más para la paz y la prosperidad, con aplicaciones mayores y más vigorosa del conocimiento técnico y científico moderno, altos niveles de industrialización y urbanización, tecnificación de la agricultura y la ganadería, rápido crecimiento de la producción material y de los niveles de vida, adopción generalizada de la educación , valores culturales y científicos actuales.

Y si bien crecer económicamente es imposible sin ajustes dolorosos, debemos adecuarnos a las propias realidades, necesidades, demandas poblacionales, importancia, urgencia y prioridades, a efecto de no pagar con desbalances y desequilibrios el precio de tales avances, lo que sería lamentable y resultaría mayormente perjudicial el remedio que la enfermedad, ya que no podemos permitir que se desvaloricen nuestras formas de existencia social, toda vez que se produciría cambios negativos tales como pasar de las destrezas acumuladas a las carencias, de sabiduría ancestral a ignorancia y de autonomía a dependencia. No se trata que perdamos identidad, sino respetándonos en nuestros valores, llamarnos al progreso, al desarrollo, al bienestar e integral prosperidad.

Entender que una de las características predominantes de la sociedad actual tiene que ver con la incorporación eficaz de la ciencia moderna e ir tras un orden social deseable y con alternativas posibles, con lógicas probadas de desarrollo sustentable y sostenible, con prácticas adecuadas que alienten, fomenten, impulsen y potencien modos de ser y sentir distintos pero eficaces, atendiendo nuestra propias realidades y necesidades como antes expresé.

Tenemos como municipio, lo que debe ser un imperativo irrenunciable, ir con prisa y sin pausa tras potencialidades provechosas, buenas, mejores y superiores. Comprender que tenemos que valernos de nuestro mejor hacer, acudir a nuestras ventajas comparativas y competitivas, hacer valer lo que poseemos y nos hace únicos, lo que mejor rentabilidad pueda proveernos, y no caer en la trampa que nos dice que nos adentremos en luchas y opciones de vida que sólo refuerzan obstáculos y atrasos sociales, aspectos en los que no podemos seguir inmersos, sino desecharlos y sobre bases sólidas, edificadas con fundamento en lo nuestro, consolidar lo que entre todos debemos construir en suma para las generaciones presente, por venir y sin más dilaciones en beneficio territorial y colectivo, como debe y tiene que ser.


*Jaime Eduardo Maestre Dau. Médico Veterinario Zootecnista.

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