JOSÉ MANUEL HERRERA VILLA

Por: José Manuel Herrera Villa*

Hoy más que nunca para la mayoría de los equipos de trabajo, que son un grupo de personas que trabajan por un mismo propósito, integrando los conocimientos personales de cada uno en función de los objetivos propuestos, la creatividad es un activo inestimable, ya que entraña innovación, inventiva, ingenio, imaginación, creación, color, diversión y gente trabajando de la mano, razones que son importantes en las organizaciones actuales. A diferencia de la innovación, que consiste en hacer algo diferente y es más comúnmente considerada como algo tangible, la creatividad aún sigue siendo percibida como humo.

Esto lleva a muchos líderes tradicionales a creer que la creatividad tiene que ver sólo con el clima de la organización, con generar espacios para que la gente se exprese (y luego vuelva a sus tareas) o, aquellos con algo más de visión, la consideran como un elemento que debe ser explorado como proyecto (con inicio y fin) para generar ideas diferentes sobre algún tema puntual. Pero, especialmente en el actual mundo digital en donde el conocimiento está al alcance de todos, la tecnología es cada vez más accesible y donde los diferenciales se esfuman en poco tiempo, la creatividad debe ser tratada como activo que refuerza el rendimiento de los equipos, y contribuye a la rentabilidad y a la sostenibilidad futura de un negocio.

Es claro que la creatividad debe ser tratada como ese activo que refuerza el rendimiento de los equipos, y contribuye a la rentabilidad y a la sostenibilidad futura de un negocio. No se trata sólo de personas creativas, que pueden motivarse, desmotivarse o tal vez se vayan y se lleven consigo esa habilidad. No se trata sólo de un proceso creativo, que puede gestionarse siempre y cuando la organización así lo defina y que dependerá de quien lo lidere y cómo se gestione cada etapa de este. No se trata sólo de una cultura, que puede estimularse con acciones y reconocimientos para mantener la llama creativa viva. No se trata sólo de eso, sino de considerar a la creatividad como un activo, algo que genera valor actual y futuro, que puede transformar el negocio para aprovechar oportunidades, para defenderse de amenazas o para redefinirse.

Impulsar y fomentar la creatividad crea un ambiente de colaboración y de resolución de problemas que permite a un equipo participar en el resultado. Y, justamente, es esta resolución colectiva de problemas la que no sólo aumenta el rendimiento de los equipos sino también la satisfacción en el lugar de trabajo, abre la mente de las personas a nuevos horizontes, les da a los colaboradores un nuevo sentido de propósito, generando valor y orgullo al saber que lo que hacen marca la diferencia, y hace una organización sea más atractiva para los mejores talentos. Es el paso previo a la innovación, y no solo se trata de crear cosas nuevas.

Todo esto le da a la creatividad la característica de activo, aunque no es algo que se pueda tocar, almacenar o imputar contablemente como tal y, además, es un activo inestable ya que es soportado por una cadena de cuya volatilidad y sensibilidad depende de cómo se comportan los líderes, las culturas organizacionales y el entorno. Es dijimos antes, el paso previo a la innovación, y no solo se trata de crear cosas nuevas. Estimular esta capacidad también es útil para encontrar nuevas formas de hacer que los procesos y los flujos de trabajo sean más eficientes, identificar y aplicar nueva tecnología para eliminar cuellos de botella y reducir la cantidad de tareas manuales tediosas, etc.

Hacer esto implica deshacerse de la ya obsoleta mentalidad de que la creatividad no es parte de un trabajo o industria. Con los cambios cada vez más veloces y con el surgimiento de nuevos competidores que se atreven a patear el tablero de cualquier sector, no fomentar la creatividad es una decisión que nos lleva, un poco antes o un poco después, a desaparecer.

Fomentarla es un buen primer paso, debiendo crearse espacio que animen el compromiso entre pares y el intercambio de ideas, lo cual no implica reconfigurar una oficina ni desarrollar actividades al aire libre, sino disponer de lugares (físicos o virtuales) y tiempos para que las personas puedan reunirse y discutir problemas, identificar oportunidades o intercambiar sobre experiencias (propias y de otros sectores) que hayan conocido. Crear un lugar donde las ideas puedan ser recibidas, organizadas y tratadas conforme a determinados criterios, permite mostrarles a los colaboradores que son parte de un equipo más grande y que sus ideas, sin importar lo sólidas y extravagantes que sean, pueden impactar positivamente a todos.

*✍José Manuel Herrera Villa. Profesional en Administración y Finanzas. Especializado en Auditoría Integral. Formulación y Evaluación de Proyectos de Desarrollo. jomahevi@gmail.com

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