Álvaro BELTRÁN PINZÓN
En el discurso de posesión, Joe Biden marcó su intención de retornar a los Estados Unidos por los fueros de la democracia, con la promesa de actuar con la verdad; esto es, hacer a un lado el recurso del engaño que ha tomado tanto impulso hasta convertirse en estrategia, no solo en el gobierno saliente sino en otras latitudes como la nuestra.
Sacudida por los acontecimientos violentos del 6 de enero, la Nación americana parece despertar de su marasmo; de la confiada autosuficiencia, para redescubrir que la democracia es un sistema político asediado por su propia fragilidad y que, por lo mismo, no se puede dejar al arbitrio de quienes manipulan las cosas, según sus ambiciones, por medio de apuestas populistas.
Gobernar de cualquier manera, incluso bajo la cortina de una simulación de acatamiento de principios rectores, desvirtuando elecciones, pregonando la mentira, socavando la misión de las instituciones o imponiéndose por encima de la ley, solo debe servir para alertar a las sociedades y a los países que, como en el caso de los Estados Unidos, se ven abocados al reto de restañar la idea de un mandato atenido a la verdad, a la decencia, a los retos del pluralismo, de lo incluyente, de la voluntad de diálogo, de la búsqueda de coincidencias para enfrentar los grandes problemas. Según Biden, recuperar el alma de la Nación.
Y, claro, en la cohesión que propicia la unidad en lo fundamental, refrendada por símbolos trascendentales. Se destaca la presencia de los expresidentes Obama, Clinton y Bush, en una actitud dispuesta al entendimiento; prestos al apoyo a Biden, si lo requiere, pero respetuosos de la distancia y la autonomía del Presidente, quien, rápidamente adoptó medidas significativas como el aplazamiento de las deportaciones de inmigrantes, el retorno al Pacto de París sobre el cambio climático y a la Organización Mundial de la Salud, en procura de retomar los hilos del liderazgo mundial.
Ante las dificultades que soporta la sociedad norteamericana, luce acertada la apreciación de William Ospina: “No merecería hundirse en el caos por sus defectos, cuando podría regenerarse por sus virtudes”.