JOSÉ MANUEL HERRERA BRITO

Por: José Manuel Herrera Brito*

Nuestras administraciones públicas en todos sus órdenes deben buscar ser tanto armónicas como articuladas desde sólidos contextos de buen y mejor gobierno, positivas en logros, realizaciones, resultados, proyecciones, alcances, certezas, desarrollo, progreso y prosperidad colectiva, entre muchos otros generales y particulares aspectos; y nuestros mandatarios, personas de y con real importancia, honestos, honorables, probos, capaces, pensantes, reflexivos, audaces, definidos, coherentes, con carácter y criterio, auténticos, propositivos, objetivos, justos, que luchen contra la corrupción, observen los derechos humanos, preserven el medio ambiente, impulsen acciones concretas para el mejoramiento integral de la sociedad y protejan a los ciudadanos.

Demandan nuestras unidades territoriales gobernantes que sepan hacer política, que entiendan y además comprendan que lo cual implica siempre la búsqueda y procura de acuerdos, de compromisos políticos, de generosidad, de defensa de las ideas sabiendo explicarlas, de aunar esfuerzos diferentes, de emprender apuestas de futuro, de escuchar y respaldar aquellas inquietudes útiles y convenientes que afloran en la sociedad; pero nunca, para polarizar ni enemistar a los asociados como muchas veces vemos y de lo cual somos víctimas.

Gobernantes que hagan de la política un todo práctico, un espacio en el que la persona realice y viva su existencia junto con los demás, organizando racionalmente su convivencia sobre la base del bien común. Pues no es la política una función técnica de resolución de problemas, ya que implica la búsqueda común de los fines o bienes a los que aspira una sociedad humana: justicia, paz, bienestar económico, entre otros logros. Fines o bienes que denominamos bien común, y que remite a un principio cohesionador, vinculador de un grupo humano de orden social, que en la actualidad se ha ido consolidando para expresar la finalidad de lo político, como interés general, interés público o interés común, de pronto consideraciones más fáciles de manejar y en el entendido que hacen posible la política: la sociabilidad y la dignidad humana, debiéndose tener en cuenta elementos esenciales de la política, tales como pluralidad, autoridad, poder, justicia, derecho o el propio bien común.

Sobre tales afirmaciones, importan mandatarios con sindéresis, sencillos, discretos. Que aprecien más el plano subsiguiente que la primera fila. Con una cabeza bien amueblada e ideas claras. Que huyan de cualquier confrontación, especialmente las baladíes. De apariencia normal, nunca ampulosos. Alejados de ambiciones y protagonismos estúpidos que caracterizan a muchos políticos, quienes cambian caprichosamente su perfil creyéndose siempre superiores.

De igual manera que luchen por las libertades y no se apliquen a mirar solo por el retrovisor, sino que proyecten su mirada al porvenir y contemplen con optimismo las potencialidades de su tierra; y, desde sus distintas responsabilidades, luchen para llevarla a la modernidad y al progreso, que es la mejor forma de combatir tantos abandonos seculares, silencios cómplices y promesas incumplidas con nuestros terruños. Observar estos aspectos y particularidades a pie juntillas es una las tareas que tenemos como ciudadanos, de cara ante los comicios del próximo año, a fin de seguir repitiéndonos en los mismos yerros. saramara7@gmail.com

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