Periódico El Derecho

Arte, es la actividad humana consciente capaz de reproducir cosas, construir formas, o expresar una experiencia, si el producto de esta reproducción, construcción, o expresión puede deleitar, emocionar o producir un choque; Política, es la ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados, actividad de los que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos que afectan a la sociedad o a un país; como también, el conjunto de actividades que se asocian con la toma de decisiones en grupo, u otras formas de relaciones de poder entre individuos, como la distribución de recursos o el estatus; y, cultura, es ese multiverso simbólico, compuesto de ideas, valores y emociones, contenido en la conciencia y en la comunicación, incrustado en el modo de vida, y orientado hacia la virtud o perfectibilidad humana, con el que los miembros de un grupo social experimentan y construyen los significados y sentidos de su vida.

Muchas son las maneras en que se han pensado las relaciones entre arte y política, por medio del concepto de representación, tradicionalmente, y de estetización, contemporáneamente; de ahí que se haya propuesto que el arte y la política participen de manera análoga de modos de conocimiento que no se reduzcan a lo meramente conceptual, sino que encuentran su sentido en la interpretación tanto de discursos como de formas estéticas.

El arte y la política son dos caras de una misma moneda; es decir, dos aspectos de un mismo modo de conocer el mundo. No se trata de un modo puramente teórico ni meramente sensible; sino un modo que surge en los intersticios de la sensibilidad, la experiencia y la racionalidad. A través del arte experimentamos cierta idea de la realidad, lo mismo que por medio de la política. Desde esta perspectiva, se vuelve claro que descifrar las relaciones imaginación / sociedad es clave para la comprensión contemporánea de lo artístico, no solo describir técnicas, temas o estilos.

De manera similar, nuestro entendimiento de lo político ya no estriba en cuestiones de derecho u opinión pública, solamente; se vuelve central una comprensión de la experiencia de ideas tales como la justicia o la dignidad; razón de peso por lo cual la política debe ayudar a recuperar para el arte la libertad creativa, lo mismo que a abordar el campo artístico desde un régimen de pensamiento que entrelaza las maneras de crear, las formas narrativas de los diferentes lenguajes y las posiciones y visiones políticas de los tiempos.

Este siglo XXI nos encuentra a los estudios en torno a la relación constitutiva del arte y la política con variables que presentan el desafío de continuar revisando críticamente el campo artístico en su conjunto, en un tiempo de culturas digitales; de movilidad productiva de los y las artistas, del rol activo de las minorías y las problemáticas en torno a la educación no sexista y feminista, el respeto y la no discriminación a las disidencias sexuales, justicia y reparación a víctimas, la relación del Estado con los pueblos originarios, el centralismo, el espacio público y las comunidades, las políticas migrantes; y los vaivenes de la política propios de los países de la región.

La producción y creación estética de la cultura en nuestro territorio es parte de la mirada de un pueblo y de su identidad, de su estructura de sensibilidad, de su memoria histórica y de su apuesta por conocer el mundo que lo rodea en un escenario en disputa en/del lenguaje del arte y la política. Arte, política y cultura en su exacta medida, comprensión y dimensión, nos ayudan a consolidarnos como personas en permanente evolución para contribuir con el progreso e integral prosperidad de los asociados, lo que debe ser deber y obligación de todos en contexto de constituir mejores, como más sólidas, cohesionadas y coherentes sociedades.

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