POR RAFAEL GÓMEZ MARTÍNEZ
Un país sin justicia es un país sin esperanza, Álvaro Gómez Hurtado.
En el siglo XVII, a diferencia del sur de Italia donde la muerte era un proceso súbito, en el norte de Europa la separación entre el cuerpo y el alma se veía como un proceso gradual. Los ajusticiados eran condenados a la disección porque, precisamente, la práctica anatómica se consideraba un castigo añadido sobre el cuerpo todavía portador de una cierta identidad de la persona.
Así, nació el famoso cuadro por encargo para Rembrandt: Lección de anatomía del Dr. Tulp. Lo que me llamó la atención al revisar el origen del contexto del cuadro del Dr. Tulp fue el concepto de la aplicación de justicia.
Resulta que el reo en cuestión a quién se le estaba haciendo la lección de anatomía era reincidente en robo. Al ser reincidente, la justicia de la época determinaba la horca en plaza pública.
La anterior introducción, para comentar que dentro de los quiebres institucionales que se están produciendo en Colombia se encuentra el concepto de la aplicación de la justicia.
La constituyente de 1991, nos otorgó un primer ejemplo donde no se aplicó la justicia como debería ser para las víctimas sino premiando a los victimarios – m19 – indultados, paradójicamente, por el entonces senador del partido liberal Álvaro Uribe Vélez.
Al ver la imagen de Mancuso a su llegada a Colombia me pregunto si no hace parte del desorden moral que padece la sociedad colombiana en todas sus aristas donde se premia, una vez más, al victimario con su libertad a razón de $ 8.000.000 / mes para ser gestor de paz.
A los colombianos, les quedó gustando el número $8.000.
El ejemplo cunde.
Si, al señor Mancuso es nombrado gestor social de paz asumiendo comportamientos delictivos que rayan en lo psicópata para ser justificados ante la JEP; qué le puede esperar a la sociedad inerme e impávida ante la violencia, secuestros, extorsiones y demás como sucede en Bogotá bajo Galán, el alcalde.
Lo peor de todo este anárquico y caótico escenario es que Colombia se acostumbró a idolatrar al delincuente, al victimario, de tal forma que estamos siendo sometidos a un banal trasegar de nuestra existencia; sin ninguna grandeza, sin ninguna profundidad intelectual, ni judicial, siendo subyugados a la destrucción moral de nuestras tradiciones e instituciones como lo es la JEP.
Acostumbrándonos, a no aplicar justicia al victimario en detrimento de la víctima como lo es el caso de Mancuso.
Si, Colombia quiere sobrevivir debemos dejar de jugar políticamente correcto porque en estos momentos se encuentra ante la más malvada y malévola decadencia indecorosa de su historia presente con un descriterio cósmico que va al infinito y más allá sumado a la falta de justicia más grande llevándola a una ruina moral sin precedentes.
Un país sin justicia, es un país sin esperanza.
Colombia, está sin esperanza bajo el desgobierno amoral, déspota y corrupto del petro caos porque no aplica la justicia como debe ser en cabeza de su primer representante como lo es el minjusticia Osuna.
Hablando del minjusticia Osuna: más de 140% de hacinamiento en Bogotá.
Estamos cerca de una tragedia.
Y, la Corte Suprema elegirá a la compañera del mindefensa Velásquez quien le hiciera la vuelta en Guatemala.
Nos merecemos nuestra suerte.
Que Dios tenga misericordia de Colombia.
Mientras tanto, una empanada de carne que costaba $2.500, hoy la misma empanada: $3.600, donde está la bolita…
Puntilla: Galán el alcalde: para cuándo el desalojo del parque nacional y el parque de los hippies, ni se diga.