Ultraprocesados. Getty Images/iStockphoto

Por: Redacción Sucesos y Opiniones

Los alimentos ultraprocesados se han convertido en el detonante de graves enfermedades. Los alimentos procesados han sido una parte importante de la dieta humana, proporcionando conveniencia a la hora de conservarlos; sin embargo, cada día surgen nuevas preocupaciones sobre su negativo impacto en la salud. Estos alimentos han existido durante siglos, pero el tipo y la escala de procesamiento ha evolucionado a lo largo de la historia.

Una de las formas más antiguas del tratamiento a los alimentos es la salazón y el curado, por cuanto los antiguos egipcios y mesopotámicos salaban y curaban pescado y carne para conservarlos. Otra técnica antigua es la fermentación, utilizada para producir alimentos como el pan y la cerveza; los chinos desarrollaron este método para producir alimentos como la salsa de soja y el tofu.

Durante la edad media el azúcar se convirtió en un método popular para conservar frutas y algunas verduras, tanto que las mermeladas y frutas confitadas eran comunes en la mesa de la aristocracia. Durante los siglos XVII y XVIII se desarrollaron técnicas más refinadas para producir cerveza y vino, lo que permitió su producción en grandes cantidades y la distribución a nivel más amplio.

Los alimentos ultraprocesados se convierten en una adicción devoradora. Con la revolución industrial surgió la necesidad de elaborar alimentos que pudieran transportarse y almacenarse durante períodos prolongados, por eso el aporte a la invención de la lata de conserva lo hace Peter Durand en 1810 y su mejora por parte del francés Nicolas Appert, un chef que creó el método para preservar y transportar comida, facilitando, a través de la destilación la forma segura de almacenarlos durante largos períodos de tiempo.

Por su parte, Louis Pasteur desarrolló el proceso de pasteurización en la década de 1860, un método para matar microorganismos en alimentos líquidos como la leche y el jugo, lo que admitió su almacenamiento seguro sin refrigeración. El desarrollo de la maquinaria para moler granos y producir harina refinada condescendió la producción de pan y cereales más finos y duraderos; durante el siglo XX los alimentos procesados se volvieron mucho más comunes y variados y se introdujeron métodos como la deshidratación, la liofilización y la congelación.

Las comidas conocidas como «chatarra» son un inminente riesgo para la salud. Surgió, luego, las comidas precocinadas y listas para consumir como sopas enlatadas, comidas congeladas y platos preparados y la aparición de la comida rápida en la década de 1950 con la popularización de los snacks envasados, como papas fritas y galletas que también marcaron hitos en la tradición de los alimentos procesados.

En respuesta a problemas de deficiencia de nutrientes, se comenzaron a enriquecer alimentos con vitaminas y minerales y a medida que avanzó el siglo XXI aumentó la conciencia sobre los posibles efectos negativos para la salud de los alimentos altamente procesados como la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardíacas, creando una tendencia creciente hacia alimentos menos procesados, con un enfoque en lo orgánico, local y natural.

Los alimentos procesados contienen grandes cantidades de azúcares añadidos, lo que ocasiona la obesidad, la diabetes tipo 2 y otras enfermedades colaterales. Algunos contienen grasas trans, que están relacionadas con un mayor riesgo de enfermedades cardíacas y otras afectaciones, y muchos de ellos tienen un alto contenido de sodio, disparando la presión arterial alta y enfermedades cardíacas. Igualmente, contienen una gran cantidad de aditivos para mejorar el sabor, la textura y la durabilidad y muchos de estos aditivos son perjudiciales para la salud si se consumen en grandes cantidades y de manera regular. La falta de fibra en los alimentos procesados afecta negativamente la salud digestiva, por lo que una dieta alta en alimentos procesados y baja en fibra ocasiona graves problemas como el estreñimiento, hígado graso y otros trastornos digestivos.

Debido a su contenido de azúcar, grasa y sal los alimentos procesados son altamente adictivos, llevando a un consumo excesivo y descontrolado por parte de quienes en la canasta del mercado acostumbran a llevar más comida procesada que alimentos frescos y sanos.

¿Cómo reducir el riesgo? Hay muchas maneras de encender las alertas para mitigar un problema que cada día cobra más vidas y ocasiona grandes perjuicios. Revisar las etiquetas de los alimentos para conocer los ingredientes y evitar aquellos con largas listas de aditivos y alto contenido de azúcar, grasa y sodio. Elegir alimentos frescos, naturales y menos procesados siempre que sea posible. Preparar comidas en casa con ingredientes frescos ayuda a controlar lo que se consume. Hay muchas alternativas saludables en el mercado, como versiones bajas en sal, azúcar o grasas de los alimentos procesados comunes.

Las guerras y los combates obligaron al crecimiento del consumo de alimentos enlatados. Fotografía Archivo particular. Aunque lo ideal es no consumirlos, si decidimos hacerlo es muy importante tener en cuenta cinco cosas que no deben decir en los empaques: Que no diga: Azúcar añadida. Que no diga: Grasas vegetales saturadas. Que no diga: Colorantes artificiales. Que no diga: Resaltadores de sabor. Que no diga: Harina de trigo refinada inflamatoria.

Aunque es bien sabido que los alimentos ultraprocesados son un peligro para la salud, la responsabilidad de consumirlos o no es de cada persona, sin embargo, no se comprende cómo a sabiendas de los riesgos, las capacitaciones y las advertencias de los expertos, aún muchos padres de familia contemplan estos productos en las loncheras y los hábitos cotidianos de los niños.

*Tomado del Periódico Sucesos y Opiniones

Fotografía: Getty Images/iStockphoto

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