Lourdes Margarita Guerrero

Por: Lourdes Margarita Guerrero Pavajeau*

El significado que encontramos en el diccionario de la Real Academia de la palabra AYUDAR, es: “Hacer algo de manera desinteresada para otra persona por aliviarle el trabajo, para que consiga un determinado fin, para paliar o evitar una situación de aprieto o riesgo que le pueda afectar, etc.” Con base en esta definición, por lo general, escuchamos que todos decimos estar dispuestos a ayudar, realmente ¿lo hacemos? y adicional, ¿de manera desinteresada? Mi experiencia me dice que nos gusta hacerlo al estilo de la melodía filosófica de Silvio Rodríguez en su creación “Canción en Harapos” “…y regalarle ropitas a la pobrecita hija del chofer. Que fácil de enmascarar sale la oportunidad …”

Estamos acostumbrados a regalar zapatos viejos, ropa usada que no nos queda porque engordamos, adelgazamos, pasa de moda, o, simplemente, ya no nos gusta, pero al momento en que se necesita nuestra real ayuda, encontramos miles de excusas. Damos lo que nos sobra, no compartimos lo que tenemos. En nuestro país, estadísticas del Dane, dicen que mueren muchas personas de hambre, especialmente en el departamento de la Guajira, en donde primordialmente, niños de la comunidad Wayu, fallecen por enfermedades asociadas a la desnutrición.

Referente a estos casos, el día domingo 19 de febrero 2023, el periodista, Daniel Samper Ospina, en el programa “Los Danieles”, leyó una columna titulada: Gabriel José González, un infante de diecisiete meses, muerto el día 15 de febrero, evento que, en uno de sus apartes, nos narra de la siguiente manera: “La doctora Ivanna Marín firmó el certificado número 181920 en el que consta que a partir del 15 de febrero, a las 00: 15: 00, Gabriel José González González, está oficialmente muerto; que ya es un muerto de verdad, como los 144 niños que el año pasado murieron igual que él y como los 11 que —dicen algunos— han muerto este año: modestas muertes parecidas, sin aspavientos ni alharacas, que no fueron producto de guerras ni pandemias, sino del hecho simple de comer poco y, por encima de eso, y como causa primaria, del acto cotidiano de beber agua del mismo charco sucio en que abrevan los animales: esa agua marrón, espesa y llena de grumos, semejante al café con leche, que es la única forma de agua que conocen los niños de la Guajira”. (Revista Cambio).

Contrasta en nuestro país, y en el mundo, la opulencia de una minoría, y la hambruna de grandes pueblos; la hermosa naturaleza, el gran territorio, con la indolencia a la que nos hemos acostumbrado con el diario vivir de hambre, violencia, guerras, odios y más.

La educación a la que nos vemos abocados por una sociedad mercantilista, donde el dinero es el único objetivo que se transmite de viejos a jóvenes, nos lleva a no darle valor a la solidaridad que nos entrega un planeta que nos impone vivir en sociedad, por el contrario, nos adentramos en una corrupción en todos los estamentos que dirigentes y medios de comunicación muestran en forma cotidiana, convirtiéndola, erróneamente, en una normatividad de la vida.

Los empresarios, dueños de consorcios, ganancias billonarias, ante cualquier reforma popular, que, en lo escrito, favorezca a la mayoría y se le algo de bienestar a la población vulnerable, se sienten amenazados en su objetivo de atesorar más y más dinero. Es el caso de que cada año se quejan del aumento que se hace a los salarios, aun con toda su precariedad, especialmente, el mínimo, siendo perentorio vivir con esos montos que unos pocos les deciden a los muchos. En estos momentos nos enfrentamos a una guerra entre gobierno y empresarios, es decir, medios de comunicación ya que los últimos son sus dueños y, apelando a la libertad de expresión, la información es sesgada, según la conveniencia de los propietarios.

Estamos atravesando momentos cruciales ante la propuesta de cambios en tres grandes ramas, como son la salud, el trabajo y las pensiones. En cuanto a la primera, la salud, los medios hablan de “destrucción”, se destruye lo que se hecho hasta ahora; de ser medios objetivos, sin pretensiones alienantes, pueden utilizar expresiones imparciales como “la salud se transforma”, sin embargo, en su afán de hacer daño, utilizan términos displicentes, mostrando no tener el más mínimo respeto por el otro. Y realmente, el articulado de esta reforma propone transformar el servicio de salud, pretendiendo llegar a todas las poblaciones y rincones del país, para que ningún colombiano vuelva a vivir lo del campesino, protagonista del poema “Agua mama, agua tata”: “.… El pobre hijito de mi alma… ocho años tenía… despertó una mañana, ¡me muero tata me dijo tengo una sed de martirio, tengo un fuego que me abraza, agua mama, agua tata…! …Volé en mi caballo al pueblo… le expliqué al doctor el caso… me miró de arriba abajo y me dijo: –Leoncio, ¡lo siento mucho!, pero el camino que va a tu rancho es malo y me va a estropear el auto… El médico no venía, no porque fuese tan malo el camino que va a mi rancho, sino porque no tenía, no tenía con que pagarle a la ciencia siete leguas de distancia”. (Claudio Martínez Paiva).

En la reforma laboral propuesta, también encontramos un gran sesgo, mirando a un solo lado, en donde se escuchan voces como, “el restaurar derechos a los trabajadores en cuanto a contratos estables, horas nocturnas desde las seis de la tarde como lo muestra la naturaleza, que es ésta la hora que da inicio a la noche, prestaciones sociales y más, traerá consigo el despido de trabajadores por parte de los empresarios y disminución del empleo”. Humildemente les digo, tanto a empresarios como medios de comunicación, que hay muchos lados en donde poner los ojos y los invito a mirar el anverso de la moneda, el lado de los trabajadores, no hacer despidos, por el contrario, traer más jóvenes a las empresas y enseñarles los diferentes oficios y servicios, dejándoles esa herencia y tener la satisfacción de decir: “Ganaremos un poco menos, porque ganar menos no es perder, pero sí, ayudar a todos”.

Señores empresarios, es cierto que serán inferiores las ganancias, por lo que los invito a concientizarse de que “ganar menos no es perder” y ojalá, algún día, se contagien con, el hasta ahora, pequeño conglomerado que llevamos en los poros y nos sale de adentro, de las entrañas, LA LOCURA DE AYUDAR.


*Lourdes Margarita Guerrero. Publicista. Filosofa. Conferencista. Laureada Poetisa y Narradora colombiana. Docente Universitaria.

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Por editor

3 comentarios en «LA LOCURA DE AYUDAR»
  1. Excelente articulo y seria bueno que viajemos en el tiempo y rescatemos esos valores que se han petdido. La solidaridad es uno de esos y la forma como lo explica es muy clara. Felicidadés

  2. Excelente. Sin palabras rebuscadas, de fácil comprensión. Expresa situaciones reales de nuestra bella Nación. Felicitaciones a Lourdes Margarita Guerrero Pavajeau.

  3. Que Columna tan interesante y que nos coloca en una posición de meditar la intención de nuestra acción a la Hora de ayudar, Mi admiración y respeto para Usted mi querída señora Lourdes margarita

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