JOSÉ MANUEL HERRERA BRITO

Por: José Manuel Herrera Brito

Vemos que hay en el país, para infortunio de todos, una ausencia creciente de liderazgo, especialmente en el orden político, lo que se palpa día tras día, siendo lo cual un vacío que aterra, que lastima, mismo que es advertido por la gente en todas partes, tiempo, lugares y los más diversos escenarios, medios de difusión y redes sociales. Tenemos un hacer político repelente, sucio, asqueroso y un quehacer venido a menos. Es hoy la política un todo clientelista, pendiente de prebendas y esclava del dinero, particularmente de ese que sabemos mal habido, con el que se mancilla y se doblega fácilmente a la opinión pública.

Es la nuestra hoy en día, una política que se alimenta del poder, independientemente de cómo éste se adquiera, así como de las componendas del mando y de los beneficios que el mismo entra a prodigar. Es la política un bodrio pleno de absurdas y obscenas complicidades que llaman a grima, una de las razones entre muchas otras, por las que las personas decentes optan por no enterarse de lo que en ella sucede y acontece, a pesar de saber que la afecta; y menos aún, preocuparse por reponerla.

Se ha vuelto ella, la política, un rey Midas de la contaminación. Ha infestado Congreso, partidos, prensa, grupos económicos, sindicatos, Fuerza Pública, educación, iglesia, justicia y todo lo que a su paso tropieza o alcanza. No se maneja ya en ella ideas ni conceptos en lo que antes era de su mayor interés; esto es, Estado, opiniones, nación, pueblo, territorio, gobernanza, gobernabilidad, libertad, orden, seguridad, justicia, progreso, desarrollo, crecimiento económico, bienestar, prosperidad, porvenir; más sí, lo que refiera o tenga que ver con compromisos adquiridos.

La política debe y tiene que limpiarse bien y mejor. Está descompuesta. Ausentes están de ella las buenas propuestas. Su credibilidad es ninguna. Tesis y opiniones de peso están fuera de escena, como si no cupiera ni valiera la pena opinar. Decadencia y corrupción caminan raudas. La protesta argumentativa tampoco está presente. Hay un silencio encubridor. Culpable. Falta arrojo. Intrepidez. Osadía. No se exponen estos juicios con valor civil. Si así fuera, todo cambiaría y venturosamente estaríamos ante una coyuntura de salvación.

Vivimos bajo el imperio y omnipotencia de compromisos, irresponsabilidades, complicidades e impunidad que subyugan sociedad y vida civil. Estamos ante un conjunto nefasto de solidaridades ilegítimas. Prisioneros. Sin independencia, Sin iniciativa. Impera también lo anárquico, a lo que contraponer debemos una franca regeneración. Optamos por alternativas serias y ciertas o nos absorbe el caos y la disolución; de ahí que requiramos de grandes objetivos, propósitos y metas. Escucharnos. Ponernos de acuerdo. Mover la opinión. Soportarnos en valores, decencia, dignidad y grandeza. Tener iniciativas que apunten a nuestra restauración definitiva. Renunciar a la resignación, a la tolerancia pasiva de la adversidad. Entender que hay mucho por hacer. Que todos los esfuerzos son útiles y que somos tierra fértil de progreso. Hora es ya de adoptar un propósito colectivo. saramara7@gmail.com

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