SAÚL ALFONSO HERRERA HENRÍQUEZ

Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*

Saber si en verdad tenemos entre nosotros políticos ciertos en el sentido amplio del vocablo y ejercicio de la política, debe llevarnos con gran realismo a auscultar lo cuál y acudir al diagnóstico de lo que significa ser político, toda vez que, si los hubiera, esto dicho sin pretensión ninguna, no tuviésemos una degradación de nuestra política, como en efecto está.

Se dice en los círculos académicos que para ser político, se necesita: estar comprometido en ayudar a la gente y representar los intereses de las personas que le hayan elegido como las que no. Estar preparado para trabajar constantemente por estar informado de las opiniones, preocupaciones, problemas y necesidades de la comunidad. Estar al día de los temas de actualidad. Pensar con rapidez, ser capaz de localizar el punto débil del argumento de tu oponente y sacar ventaja de ello ante una cuestión delicada o una observación desafiante. Ser flexible y capaz de encajar las críticas y enfrentar las quejas. Estar preparado para despertar un vivo interés en los medios, incluido el propio estilo de vida o los asuntos personales. Esto a veces sucede cuando hay aspectos que parecen contradecirse con las políticas, mensajes o imagen oficiales expresadas por el partido. Ser capaz de tomar decisiones difíciles o impopulares si se considera que va a ser lo mejor a largo plazo.

Asimismo, debe tener habilidades comunicativas para explicar tus ideas y las políticas de tu partido, clara y concisamente, a los demás. Capacidad para escuchar, por ejemplo, para conocer los problemas de la gente durante las sesiones abiertas de la circunscripción que te corresponda. Aptitudes para el trabajo en equipo y la relación interpersonal, para trabajar estrechamente con otros políticos, investigadores y personal de la campaña. Seguridad en uno mismo, puesto que deberá hablar ante grandes multitudes o aparecer en programas de televisión para responder al ser entrevistado. Esta profesión implica llegar a tener un poder considerable y, por lo tanto, mucha responsabilidad en la sociedad. En los países democráticos, es la gente quien elige a los políticos y, por tanto, quienes le permiten tener ese poder respetando el compromiso hacia la ciudadanía. En consecuencia, los políticos son responsables ante la gente, quienes tendrán grandes expectativas sobre el modo en que los políticos deben comportarse.

No tenemos en realidad y verdad por parte de quienes así se hacen llamar pomposamente, preclaros pensadores, tampoco proyectos de localidad, municipio, departamento, región ni país; líneas de progreso ni fe de nuestros recursos. Todo se ha ido destruyendo, reflexionan los ciudadanos sensatos y los sectores medios respecto de los recursos, ímpetu, ética, moral, honestidad, honorabilidad, decencia, grandeza, solidez política, unidad nacional. ¿Qué nos queda? Gastar a la topa tolondra sin planeación, perspectiva, prospección ni estrategia; inseguridad y sin seguridades para el porvenir, parálisis, pobreza, traición, corrupción, deshonestidad, felonía.

Somos peculiares, con características propias, con una conformación cultural específica y diferente de otros pueblos. Tenemos una clara tendencia hacia el individualismo y, por tanto, una notoria resistencia al agrupamiento en torno a ideas y acciones. Nos desagrada el orden y la disciplina. No respetamos los acuerdos convenidos por las asociaciones a las que por su naturaleza pertenecemos. La ley, consecuencia del consenso y la autoridad, es nuestra enemiga y nos regocijamos incumpliéndola o soslayándola, lo que vemos día con día desde los más altos de nuestros mandatarios.

Requerimos de manera importante y urgente una generación brillante, preparada y honesta en el manejo de la cosa pública, con ideas claras sobre qué hacer desde el poder. Que confronte ideales y principios. Que se soporte en valores. Que tenga claridad en las propuestas. Que produzca documentos jurídicos apegado a los cánones elementales de la teoría del derecho. Una generación que sea decente, virtud fundamental en las relaciones entre servidores públicos. Una generación que no impida la movilidad social. Que sea capaz de decantar un sistema político que le deje al país estabilidad, gobernabilidad, gobernanza y sin violencias.

Que engendre una clase dirigente con una cultura política identificable en sus más excelsos ingredientes. Con habilidades para resolver problemas, Legítima. Que conozca la condición humana y cultive un mínimo sentido de responsabilidad para comprometerse, asumir y cumplir obligaciones. Que perciba siempre la necesidad de hacer cambios que permitan el avance en diversas políticas públicas. Que haga escuela. Importa reinventar la política o darle continuidad a esta perversidad que viviendo estamos.

*Abogado. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual. saulherrera.h@gmail.com

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