simon bolivar

Por: José Manuel Herrera Brito

Simón Bolívar, el Libertador. Hombre culto, escritor, militar, guerrero, legislador, orador, político, triunfador, de rostro grave y pensativo a quien la historia no olvidará jamás por sus heroicas gestas. Sirve su figura en monumentos para que en días de inquietud, de alarma, de grandes resoluciones, y hasta de júbilo, nos congreguemos en torno de su efigie, en busca de consuelo, esperanza y consejo, como quien va al padre confiado en soluciones.

Decenios después sigue siendo como debe y tiene que ser, objeto de ofrendas, de contemplación, Su figura eleva y dignifica los pensamientos de las personas. Aún hoy, más cuando no se conducen los pueblos como nos enseñó, se advierte su recuerdo y nos obligamos a glorificar su nombre, su gesta, su ejemplo, su ser, hacer y quehacer político y administrativo público. Sus singulares méritos no podemos olvidarlos, y antes que todo servirnos de ejemplo para ser mejores ciudadanos.

Pintura de Simón Bolívar. 1895. Galería de Arte Nacional Caracas, Venezuela. Autor: Arturo Michelena. Wikimedia Commons
Pintura de Simón Bolívar. 1895. Galería de Arte Nacional Caracas, Venezuela. Autor: Arturo Michelena. Wikimedia Commons

Importa en este derrotero, apegarnos a su pensamiento enaltecedor, que dejó refrendado en frases de contundencia reveladora: Un ser sin estudios, es un ser incompleto. La esclavitud es hija de tinieblas. Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos. La enseñanza de las buenas costumbres o hábitos sociales es tan esencial como la instrucción. El modo de gobernar bien es emplear a los hombres honrados, aunque sean enemigos. El instinto es un consejero leal; en tanto que la pedantería es un aire mefítico que ahoga los buenos sentimientos. El hombre de bien y de valor debe ser indiferente a los choques de la mala suerte. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión. El hombre de honor no tiene más patria que aquella en que se protegen los derechos de los ciudadanos y se respeta el carácter sagrado de la humanidad. La confianza ha de darnos la paz. No basta la buena fe, es preciso mostrarla, porque los hombres siempre ven y pocas veces piensan. Formemos una patria a toda costa y todo lo demás será tolerable. Un pueblo es esclavo cuando el gobierno, por su esencia o por sus vicios, deja huella y usurpa los derechos del ciudadano o súbdito. Nuestras discordias tienen su origen en las dos más copiosas fuentes de calamidad pública: la ignorancia y la debilidad. Necesitamos reunir todas nuestras fuerzas para lograr un golpe capaz de variar la suerte del país. Como amo la libertad, tengo sentimientos nobles y libertarios; y si suelo ser severo, es solamente con aquellos que pretenden destruirnos. Los estados son esclavos por la naturaleza de su constitución o por el abuso de ella. Los legisladores necesitan ciertamente una escuela de moral. Es más difícil sacar un pueblo de la servidumbre, que subyugar uno libre.

La unidad lo hace todo y, por lo mismo, debemos conservar este precioso principio. Todos los pueblos del mundo que han luchado por la libertad han exterminado al fin a sus tiranos. La continuidad de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares. Es difícil hacer justicia a quien nos ha ofendido. Los empleos públicos pertenecen al Estado; no son patrimonio de particulares. Ninguno que no tenga probidad, aptitudes y merecimientos es digno de ellos. Siempre es noble conspirar contra la tiranía, contra la usurpación y contra una guerra desoladora e inicua. Uncido el pueblo al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no podremos adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes; y el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad. La violencia de la fuerza arrastra consigo los principios de su propia destrucción. La Justicia es la reina de las virtudes republicanas y con ella se sostiene la igualdad y la libertad. No aspiremos a lo imposible, no sea que por elevarnos sobre la región de la libertad, descendamos a la región de la tiranía.

Si un hombre fuese necesario para sostener el Estado, ese Estado no debería existir; y al fin no existiría. Soy siempre fiel al sistema de libertad y justicia que proclamó mi patria. La gloria está en ser grande y útil. Desprecié los grados y distinciones. Aspiraba a un destino más honroso: derramar mi sangre por la libertad de mi patria. La dictadura es el escollo de las repúblicas. Los tiranos no pueden acercarse a los muros invencibles de Colombia sin expiar con su impura sangre la audacia de sus delirios. Contemplamos afligidos que casi toda la Tierra ha sido, y aún es, víctima de sus gobiernos. En el orden de las vicisitudes humanas no es siempre la mayoría de la masa física la que decide, sino que es la superioridad de la fuerza moral la que inclina hacia sí la balanza política. Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción. A la sombra del misterio no trabaja sino el crimen. Si se opone la naturaleza lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca. Moral y luces son nuestras primeras necesidades. Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerlo y él a mandarlo, es ahí donde se originan la usurpación y la tiranía. El sistema de gobierno perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política. El que manda debe oír aunque sean las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que produzcan los errores.

Hallamos en Simón Bolívar sin duda alguna, a un ser digno de admiración, toda vez que su vida y su obra nos sirven y servirán de ejemplo para siempre. saramara7@gmail.com

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