Por: Carlos Flórez Sarmiento*
La delincuencia común y organizada en todas las latitudes del orbe han desafiado abiertamente las tradicionales concepciones de seguridad interior y exterior, lo mismo que puesto de manifiesto con arrogancia y prepotencia inmensa, que la seguridad reactiva o desprendida de la inteligencia son respuestas pasadas de moda de los Estados ante las amenazas; razón por la que el desarrollo de doctrina, métodos y órganos para la inteligencia prospectiva de seguridad sean una opción estructural para agregar a las instituciones del área capacidades de respuesta inteligentes, preventivas y proactivas ante las actuales y las nuevas amenazas que se ciernen a toda hora, momento y lugar.
Es de entender también que la seguridad pública (función que tiene como fines salvaguardar la integridad y derechos de las personas, preservar las libertades, el orden y la paz públicos y comprende la prevención especial y general de los delitos, la investigación para hacerla efectiva, la sanción de las infracciones administrativas, así como la investigación y la persecución de los delitos y la reinserción social del individuo, y el Estado desarrollará políticas en materia de prevención social del delito con carácter integral, sobre las causas que generan la comisión de delitos y conductas antisociales, así como programas y acciones para fomentar en la sociedad valores culturales y cívicos, que induzcan el respeto a la legalidad y a la protección de las víctimas.), es un concepto que no es reducible a la respuesta policial, sino pilar horizontal de la libertad ciudadana que debe atender a todos los elementos que contribuyen a generar vulnerabilidades ante las amenazas, a desencadenarlas y a mantenerlas en el tejido social.
La propuesta para ofrecer una respuesta funcional, eficaz y eficiente, es que los poderes públicos adopten enfoques de seguridad inteligentes basados en el conocimiento comprensivo de las amenazas, mismo que debe partir de análisis descriptivos exhaustivos de los fenómenos y adentrarse en la explicación de sus causalidades; en la afirmación que la inteligencia basada en el conocimiento es el sumun a partir del cual las instituciones de seguridad estarán en condiciones de abordar estudios prospectivos, a efecto que sirvan de apoyo para la toma de decisiones hacia una seguridad preventiva, al tiempo que reduzca los riesgos manejando sus incertidumbres.
En cuanto a lo que va de lo reactivo a lo preventivo, dentro del continuo que pudieran representar las ciencias de la seguridad, las aproximaciones duras de la disciplina están bastante alejadas de la flexibilidad, ambigüedad, globalidad y versatilidad de las amenazas sociales actuales, las cuales son transfronterizas y no responden a la configuración tradicional de un elemento que busca ocasionar un perjuicio para obtener un beneficio. La delincuencia organizada tiene en su motivación, aprovechar las debilidades del sistema para obtener una ganancia ilícita y asumen que para alcanzarla, deben hacerlo a partir del ejercicio de la violencia; vale decir, de la imposición por medio de la fuerza.
La ocasión de un perjuicio es un elemento asumido y, en cierto modo sobre todo desde lo instrumentado. Otras amenazas en cambio, que actualmente afectan a nuestras sociedades, como la inmigración o aquéllas derivadas de las descompensaciones medioambientales no tienen en su naturaleza el componente de infligir un daño, sino que emanan directamente de disfuncionalidades inherentes al propio sistema social que hemos construido y, desde dentro de él, amenazan bienestar, estabilidad y seguridad.
La seguridad moderna, debería trascender por tanto la conceptuación tradicional de respuesta ante una amenaza aversiva administrada de modo intencional por agentes externos, para pasar a convertirse en una configuración de esquemas, situaciones o disposiciones estructurales que respondan, anticipen y prevean riesgos que potencialmente erosionan o afectan a modos de convivencia elegidos o establecidos. El gobierno de nuestra seguridad todavía está demasiado sesgado hacia medidas ejecutivas de respuesta reactiva, poco nutrido por planteamientos anticipatorios estructurales que tengan en cuenta la multidimensionalidad de los resortes democráticos frente a la complejidad de las nuevas amenazas y, desde luego, demasiado orientado a medidas de seguridad dura, ya sea policial o defensiva.
Nuestros sistemas de seguridad no contemplan la disposición global de los riesgos, tampoco la necesidad de contar con la implicación y participación sociales, más allá de las organizaciones públicas especializadas en seguridad reactiva, para su afrontamiento. Dicho esto, por lo que respecta a las amenazas que introducen un daño social intencional en el horizonte de sus ganancias, como el terrorismo o la delincuencia organizada global, ni siquiera los sistemas de seguridad han logrado adaptar sus enfoques a la personalidad de los desafíos.
Decenios hace que el tratamiento de las amenazas de seguridad ha consistido en un abordaje sintomático, no basado en el conocimiento etiológico de los fenómenos sino en contrarrestar su presencia y efectos nocivos. El resultado es que las amenazas, llegan a contenerse a niveles estructurales, permaneciendo como males sociales crónicos, cuyo arraigo a veces es fortalecido por las propias políticas públicas de respuesta.
En una sociedad del conocimiento, la intervención basada en el conocimiento y en la evidencia, se plantea cada vez más como una medida efectiva en el momento de articular esquemas de respuesta, obligatoriamente además si pretende dotarse de alguna cualidad anticipatoria o preventiva. La seguridad basada en el conocimiento es seguridad inteligente, sustanciada en procedimientos de obtención, evaluación, análisis e interpretación de la información sobre las amenazas que consigan desentrañar las claves de un comportamiento que pueda ser pronosticado con márgenes de error asumibles.
*Carlos Flórez Sarmiento. Abogado. Especializado en Derecho Administrativo. Magister en Seguridad. Ex Edil de Usaquén. Candidato al Concejo de Bogotá