Por: Rafael Robles Solano*
En vísperas de las elecciones para renovar Senado y Cámara de Representantes en Colombia, como también para escoger los candidatos presidenciales de las diferentes coaliciones interpartidistas que concurren a las mismas el 13 de marzo de 2022, anoto con seria preocupación como se agudizan y radicalizan aquellas posturas antagónicas y la polarización de antaño que tanto daño viene haciendo a la sociedad colombiana, especialmente en las dos últimas décadas, hechos estos que dan pie al título del presente artículo. Por lo expuesto conviene reflexionar detenidamente no solo sobre sus alcances, sino sobre sus implicaciones venideras, por cuanto la Nación con urgencia requiere acceder a mejores escenarios de unidad, mediante integraciones políticas, económicas y sociales.
Esas condiciones de fragmentación que vemos a nivel sociopolítico, con posturas muchas veces irreconciliables como consecuencia de las atrocidades causadas por los secuestros, las extorsiones y los homicidios de las guerrillas durante más de medio siglo de confrontaciones subversivas generadas por el conflicto armado, aun cuando el expresidente Uribe Vélez, siempre sostuvo: “que no existían” y atizadas en épocas más recientes por las violentas acciones de masacres, desplazamientos forzados de campesinos, los continuos asesinatos selectivos de líderes sociales, de los defensores de derechos humanos y de restitución de tierras que vemos a diario, cometidos presuntamente por los paramilitares y agentes al servicio de las extremas derechas, quienes junto con los narcotraficantes, explotadores de la minería ilegal y los que impunemente desforestan enormes territorios de bosques y selvas de conservación bio-ambiental, son actores que cometen hechos que constituyen actos dolorosos y difíciles de olvidar, porque los mismos no permiten avizorar la consolidación del frágil proceso de paz de la Habana, ni de los que puedan intentarse con la llegada del nuevo gobierno.
Bajo las circunstancias antes descritas, me permito consignar que de adrede he omitido aludir a los protagonistas de la violencia delincuencial urbana y la resultante de los enormes índices de pobreza, de la falta de oportunidades para estudiar, trabajar y sobre todo, para vivir decorosamente, además de las originadas por los corruptos de toda clase. Entonces sin que medien aquellas transformaciones que propicien y permitan los espacios de perdón, reconciliación y no repetición que se necesitan en una sociedad herida como la nuestra, tan cargada de rencores y odios viscerales en contra de los causantes del conflicto social, será muy difícil y complejo conseguir se depongan semejantes resentimientos en procura de arribar a los estadios de paz concertadas que con suma urgencia requiere Colombia.
Por las consideraciones expuestas, el propósito de estas líneas, consiste en exponer un clamor sentido, que ojalá abrazara a todas aquellas personas que sufren por haber sido víctimas de esa generalizada violencia, para que intenten deponer esos recuerdos que les lastiman y que no les permiten recuperar su tranquilidad y la paz interior que necesitan para volver a creer y confiar en que es posible reconstruir canales de interacción sociales y políticos, sin que medien retaliaciones, ni señalamientos vindicativos clamando justicia en contra de quienes de una u otra forma se vienen acogiendo a los procesos de pacificación, los cuales sin lugar a dudas, deben ser resarcidos por sus causantes, sin que subsista la presunta impunidad con la que se cuestiona hoy a los reinsertados de las Farc.
*Rafael Robles. Secretario Ejecutivo LIDERESOCIAL. Correo electrónico: lideresocial@hotmail.com