Carlos florez sarmiento- abogado

Por: Carlos Flórez Sarmiento*

La inseguridad es un problema público central, razón que nos lleva a buscar definir seguridad, misma que no todos entienden igual, debiéndose en consecuencia rearmar este concepto en los más de sus matices. Académicamente, se dice de la inseguridad, que es una problemática resultante de las políticas neoliberales y que se ha producido por una gestión política que genera efectos inhumanos a todo nivel, en decir de Pegoraro. Ante el surgimiento de esta nueva condición post-social, surge entonces la pregunta acerca de qué significa gobernar la inseguridad, cuestión derivada de la definición misma del concepto, proceso en el que los discursos políticos y mediáticos juegan un papel central.

Por su parte, nos dice Daroqui, que las políticas de gobierno y los medios masivos centralizan el tema de la inseguridad en la cuestión del delito callejero o del crimen callejero. A partir de esta recurrencia a nivel discursivo, la inseguridad termina por reemplazar metonímicamente al delito, al tiempo que la prevalencia de estas definiciones del concepto tiene como contraparte el relegamiento de otras inseguridades que son invisibilizadas.

Lo que entendemos por seguridad puede ser explicado a partir de la conjunción de un componente objetivo, vinculado al aumento de los hechos delictuosos identificados como “criminalidad en la calle” o “micro-criminalidad”, que incluyen delitos contra la propiedad y las personas especialmente en el espacio público; y otro subjetivo, que es la sensación de inseguridad sentido, que de acuerdo con Kessler es determinante para indagar los factores que contribuyen a generar inseguridad, por lo que debemos tener en cuenta el mecanismo de victimización indirecta, que es cuando en una sociedad hay más personas victimizadas, circula más información sobre estos hechos, una mayor cantidad de conocidos o relaciones indirectas se enteran y lo difunden en sus conversaciones cotidianas, y así se intensifica la preocupación por el tema, más allá de haber sufrido o no un delito. La información sobre delitos entonces, actúa como anticipación de una eventual victimización personal futura y, de este modo, se convierte en una fuente de temor.

Sobre esta particular, sostiene Pegoraro, que “la actual inseguridad está asentada en una base material distinta a aquella que estaba presente en otras etapas de la humanidad, y como consecuencia el individuo ha quedado inerme ante relaciones sociales que no controla y ello ha aumentado sus miedos y su sensación de inseguridad ante el prójimo. Miedo e inseguridad son vividos y sufridos con diferencias apreciables entre las clases sociales, grupos y comunidades.

Finalmente, el riesgo aparece como factor a considerar en el contexto de la inseguridad. El discurso del riesgo surge allí donde se acaba la confianza en la seguridad y el término puede ser ubicado en un lugar intermedio entre seguridad y destrucción, teniendo en cuenta que lo que constituye el riesgo no es más que su percepción cultural y su propia definición.

Ahora bien, los intentos por colonizar el futuro con la ayuda de la categoría de riesgo no hacen más que alejarlo de nuestro control (Beck, 2000). Es que la administración de los riesgos no remedia la ansiedad de las víctimas: la información sobre la carencia de “libertad” y de seguridad urbana produce un sentimiento de victimización anticipado que se cristaliza en el temor a la pérdida. Con lo cual, la disputa librada en el margen entre la autonomía y la amenaza conlleva la extensión de subjetividades victimizantes que reclaman orden y protección al Estado.

*Carlos Flórez Sarmiento. Abogado. Especializado en Derecho Administrativo. Magister en Seguridad. Ex Edil de Usaquén. Candidato al Concejo de Bogotá

TEMA ENLAZADO: REFLEXIONES ACERCA DE LA SEGURIDAD (II)

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