Ruben Darío Ceballos Mendoza

Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*

Indica reconstrucción, volver a construir algo que ya existía, pero que desapareció o fue destruido. Moral, significa reglas y normas de convivencia y de conducta de los hombres; una de las formas de la conciencia social, que los idealistas estiman independiente de las condiciones materiales de la vida de la humanidad. Señala restauración, la modificación de una cosa para ponerla en el estado o estimación que antes tenía.

Dignidad nos dice, de la cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo, los demás y no deja que lo humillen ni degraden; también cualidad de lo que merece respeto, al igual que fundamenta la obligatoriedad moral y jurídica de respetar los bienes en qué consisten los derechos humanos, de ahí que la dignidad de la persona tenga un contenido integrador de los vacíos o lagunas que puedan existir en el ordenamiento jurídico o la propia Constitución de reconocimiento de derechos implícitos. Compromiso, socialmente hablando, nos remite a lo que abarca una serie de habilidades, valores y actitudes que están relacionadas con la tolerancia, la apertura, la responsabilidad, el respeto a la diversidad, la perspectiva intercultural, la participación democrática, el respeto al medio ambiente y el sentido de pertenencia; y políticamente, el entendido como el nivel de adhesión que una persona manifiesta hacia el sistema político, y se expresa básicamente por el grado de satisfacción – insatisfacción sobre su funcionamiento.

Visto lo antecedente, no hay duda que pasamos como país por una atonía moral desde hace ya largo rato, hasta el punto de considerarse un algo crónico que pareciera habernos superado más allá de los límites. Nos hemos acostumbrado a lo abominable, lo que impone enfrentarla con férrea voluntad, valentía y decisión, debiendo hacerse lo debido en ruta a lo bueno, bien, mejor y superior a este tenor; así como respecto de la justicia y otras connotaciones de orden superior, a fin que una, otra y demás guíen por rectos caminos nuestra existencia personal y social.

En esto no hay que lavarse las manos ni apartarse de las responsabilidades que nos puedan tocar directa o indirectamente. Es todos a una ponerle freno a ese generalizado deterioro de la sociedad, ya que la moral no es un asunto escasamente individual que tenga que ver con la conciencia privada; sino un todo que corresponde también al Estado como una de sus tareas de formación y orientación en beneficio colectivo, so pena que de manera desmesurada siga aumentando este infortunio.

Niños y jóvenes recipiendarios deben ser de una granítica educación moral, aprender de los valores morales en que se soporta la convivencia social, la dignidad y el compromiso; sin que ello signifique dejar solo en manos del Estado tal tarea, sino que cumpla con la parte de corresponsabilidad que proponemos y nos adentremos todos en un proceso a escala superior sobre estos soportes, sin que queden de lado los principios constitucionales de laicismo y libertad.

Es lo expuesto una tarea de todos en la que nadie puede quedarse sin participar, asumirse como algo propio, con compromiso, hacerlo todos los grupos, sectores y organizaciones sociales. Entender que somos una sociedad plural en la que se dan cita las una y más concepciones de la vida; de ahí que la función estatal no sea la de imponer como tal una obligación moral oficial, sino aupar por que se establezca e impulse la reflexión moral de manera libre, racional y sensible; que toque el proceso de transformación democrática a fin de superar más pronto que después la crisis que arrastramos en tal sentido, la cual incide de manera directa en la crisis democrática que igual arrastramos. Es labor que tiene que hacerse desde la base de la sociedad, involucrarnos todos desde lo realmente digno y comprometernos en ese cambio profundo que tanto necesitamos en la escena nacional, en bien de todos, sin excepción.

*Rubén Darío Ceballos Mendo. rubenceballos56@gmail.com – Jurista

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