Por: Francisco Vásquez Atencio*
La industria colombiana, en la última década, ha registrado tasas de crecimiento por debajo del agregado nacional, con cifras comparativamente bajas frente a referentes internacionales. Al comparar el crecimiento de la industria manufacturera colombiana en los últimos diez años con el resto de la economía, incluso al ampliar este horizonte a los últimos 25 años, se evidencia una paulatina desindustrialización; esta situación preocupa, especialmente al considerarse el papel que juega la industria en el desarrollo de los países.
La emergencia de salud, social y económica del COVID-19, ha generado cambios de paradigmas en la concepción de las políticas públicas, en el comercio exterior, en la bioseguridad y en el enfoque estratégico de la producción nacional. Esta situación aplica especialmente a los procesos industriales.
La industria manufacturera es líder en la incursión de mercados internacionales, sus encadenamientos productivos jalonan el crecimiento de otros sectores económicos, y son, por lo general, actividades de alto valor agregado que impulsan la innovación y la tecnología y generan empleo de calidad y bien remunerado. Por ello, y otras razones más, es de crucial relevancia mejorar su entorno de competitividad y promover su desarrollo productivo.
Alcanzar una verdadera transformación productiva de la industria, orientada hacia el valor agregado y bajo un modelo de sostenibilidad, que la lleve a crecer a tasas por encima de 6% requiere, tanto de la iniciativa privada, como de reformas estructurales de largo alcance y medidas de más inmediato plazo que le inyecten una dosis de dinamismo.
En términos estructurales, es necesario adelantar iniciativas para promover: el emprendimiento, la transferencia tecnológica y la ciencia e innovación aplicadas, junto con reformas o medidas en materia energética y laboral, inversiones en infraestructura y logística, incentivos para reducir la informalidad y combatir el contrabando, garantizar una estabilidad jurídica que genere confianza a la inversión, y fortalecer las instituciones públicas, especialmente en integridad y transparencia.
Podemos argumentar que algunas de estas necesidades implican el esfuerzo individual o colectivo de las empresas, en otros requieren proyectos normativos, como leyes, decretos o resoluciones, en otras la implementación de políticas y proyectos, y en otras la destinación de recursos públicos. En todas ellas, la articulación entre los sectores público y privado resulta fundamental.
Es esencial que el desarrollo productivo y de competitividad se enmarque en una política de Estado, que trascienda los períodos de gobierno, y que priorice el desarrollo y crecimiento de la economía a todo nivel. Un apunte importante es que la banca priorice en bajar las tasas de usura que tiene hoy en día el sector bancario y financiero que son las mas altas de todo el mundo y ayuden a superar la crisis en condonar esos intereses ganados y dichos intereses ganados apalancarlos de la mejor forma en el nivel productivo del país.
No podemos olvidar que las empresas han sido y son las principales generadoras de empleo y de bienestar de las naciones; es por eso que el país necesita una verdadera reforma que contribuya a mejorar la vida de los colombianos con la incursión de verdaderas políticas públicas de primer empleo ejecutadas por la empresa privada e inclusión social a todo nivel.
francisco.vasquez.atencio75@gmail.com
@franvasquez06 Administrador de Empresas.
Especializado en Recursos Humanos. Especializado y Magister en Gerencia Social