leidy estefania barbosa Ramirez- Comunicadora Social - Periodista | Redacción | Audiovisuales

Por: Leidy Barbosa*

Las pacas digestoras son una técnica comunitaria de compostaje anaeróbico que transforma residuos orgánicos en abono sin olores ni plagas, promoviendo sostenibilidad y tejido social en espacios urbanos. Este interés, al menos, ha impulsado la creación de una guía o protocolo en Bogotá conjunto con entidades y expertos como Guillermo Silva, con el fin de formalizar la práctica y evitar malentendidos.  En un contexto donde la gestión responsable de los residuos orgánicos se vuelve cada vez más urgente, surgen alternativas que no solo son sostenibles, sino también accesibles y eficaces. Una de ellas son las pacas digestoras, una técnica de compostaje que ofrece una solución práctica para quienes desean transformar sus residuos sin complicaciones, sin malos olores y sin atraer roedores.

¿Pero qué es una paca digestora? Se trata de un sistema de compostaje basado en la fermentación anaeróbica (es decir, sin presencia de oxígeno), que permite convertir grandes volúmenes de materia orgánica en abono de alta calidad. A diferencia de otros métodos, las pacas digestoras aceptan una amplia variedad de residuos, incluidos restos cárnicos y excrementos de mascotas. Además, requieren poco mantenimiento, lo que las convierte en una opción ideal para personas con agendas ocupadas o para comunidades que buscan fortalecer su autonomía alimentaria mediante prácticas agroecológicas.

Iniciar con las pacas digestoras es muy sencillo; yo implementé una aquí en la UPZ Castilla”, cuenta Paula Andrea Sánchez Domínguez, administradora de empresas, coordinadora de proyectos de la Huerta Comunitaria Monterrey y representante del colectivo Pacastilla.

“Este tipo de procesos son fáciles de ejecutar y, en su mayoría, se desarrollan en concertación con la comunidad, aunque a veces logran sostenerse incluso sin una aceptación inicial unánime. En mi caso, inicié el proyecto en un separador vial, evitando zonas de alto tránsito donde otros esfuerzos habían fracasado, y optando por un lugar olvidado y lleno de escombros, que transformamos en un espacio fértil. Este proceso es bonito porque las pacas digestoras resignifican esos puntos críticos de la ciudad, convirtiéndolos en jardines polinizadores, huertas y espacios de encuentro comunitario. Como resume el eslogan creado por Guillermo Silva: “Es un espacio donde descomponemos residuos con sanidad y componemos comunidades con dignidad”, dijo.

Guillermo Silva Pérez, conocido como “El mago del bosque urbano”, es un tecnólogo forestal antioqueño que desarrolló el sistema de pacas digestoras inspirado en la lógica natural de los bosques. A lo largo de más de cuatro décadas, ha dedicado su vida al manejo de residuos orgánicos, buscando alternativas limpias que dignifiquen la labor de los recicladores y eviten la contaminación del suelo, el aire y el agua. Su técnica, surgida en 1989, consiste en prensar manualmente los residuos dentro de estructuras de madera para fomentar su fermentación anaeróbica. Este proceso impide la putrefacción, evita los malos olores y permite transformar hasta 500 kg de desechos orgánicos.

Silva desarrolló su método observando la forma en que los bosques gestionan naturalmente la materia orgánica: sin olores desagradables y sin desperdicio. “El bosque huele delicioso”, suele decir. Por eso, en sus pacas, los residuos no se pudren, se fermentan. Al prensarlos, se reduce el oxígeno al mínimo y se activa la acción de microorganismos e insectos recicladores, que facilitan la descomposición sin contaminar.

¿Cómo implementar uno mismo una paca digestora? Para comenzar a crear una paca digestora, estos son los pasos esenciales:

-1. Ubicar el espacio adecuado Lo primero es encontrar un lugar apropiado. Debe ser un espacio con suelo natural: puede ser un terreno pelado, un potrero con pasto o incluso un área con barro, pero es crucial que no tenga cemento ni andenes. Puede ser un parque pequeño, un jardín urbano o un terreno baldío, preferiblemente un espacio en abandono o un punto crítico. “Esta recomendación es importante porque si eliges un lugar muy concurrido, podrías tener inconvenientes con la comunidad. Además, estos lugares olvidados se resignifican con la paca, convirtiéndose en zonas de vida y encuentro” puntualizó Sánchez.

-2. Formar un equipo de trabajo: Es fundamental consolidar un equipo de al menos tres personas. Este número mínimo es necesario para que el trabajo sea viable: una persona que ayude a sostener la madera, otra que ayude a prensar los residuos y otra que coordine otras tareas. “La paca no se puede hacer en solitario, pues su esencia está en el trabajo colectivo y comunitario. Si se hiciera individualmente, sería simplemente compostaje tradicional, perdiendo el componente social que caracteriza a las pacas digestoras”, dijo la experta.

-3. Construir un molde: Después de formar la comunidad y seleccionar el espacio, se necesita un molde. Este puede ser de madera (lo más común, generalmente reciclada), aunque existen variaciones como moldes de hierro (como en la Universidad Nacional) o moldes plásticos transparentes que permiten observar las capas. En Castilla, por ejemplo, según Sánchez, sus moldes tienen forma hexagonal gracias a un carpintero aliado, pero la forma más común es cuadrada. Las dimensiones no deben superar el metro cúbico, y la altura inicial puede ser de 40 o 50 cm, que se va elevando a medida que se compacta el material. Fabricación del molde: Cuatro láminas de madera de un metro de largo por un metro de ancho, sin tapa ni base. También se puede usar un molde de menor altura (alrededor de 40 cm), que se va subiendo conforme se llena.

-4. Armado de la base de la paca: Una vez armado el molde, debe colocarse en un lugar abierto con buen espacio, preferiblemente en una zona verde, un parque o un jardín urbano que permita la entrada y salida natural de agua. En la base, se agregan ramas de jardín cruzadas como una rejilla, lo que aísla la paca de la humedad del suelo y actúa como sistema de drenaje.

-5. Conseguir materiales orgánicos: «Es clave identificar fuentes de hojarasca y otros materiales vegetales. Se pueden buscar alianzas con conjuntos residenciales que tengan áreas verdes y hagan podas frecuentes. En zonas más arboladas, los vecinos pueden reunirse con rastrillos a recolectar hojas caídas. En comunidades como Castilla, donde no hay grandes bosques, se actúa casi como “Robin Hood de los residuos verdes”, recolectando el césped recién cortado en los espacios públicos para darles nueva vida», contó la experta. En algunos proyectos comunitarios incluso han entregado baldes a los vecinos con instrucciones claras sobre qué residuos pueden destinarse a la paca digestora, como cáscaras de frutas, restos de flores, residuos de cocina crudos, cáscaras de huevo, sobrante de café y cítricos. “Estos últimos son comúnmente malentendidos, pues sí pueden ir en la paca sin problema, ya que a diferencia de otros métodos como el lombricompostaje, la paca no discrimina. En espacios donde la producción es para consumo humano, como huertas, solemos limitar el uso a residuos crudos; pero en jardines ornamentales o polinizadores, como el de Castilla, pueden incorporarse más tipos de residuos orgánicos sin mayores restricciones”, explicó

-6. Incorporación de los residuos (capas): Antes de llenar la paca, es importante mantener una proporción del 50% entre residuos orgánicos de cocina y residuos de jardín. -Primera capa: Residuos de jardín (hojas secas y verdes, ramas, pasto) u hojarasca. Estos se distribuyen uniformemente y se prensan muy bien, usando un palo o los pies (marchando o saltando) para eliminar el aire y lograr que haya muy poco oxígeno. -Segunda capa: Nuevamente residuos de jardín u hojarasca, pero esta vez solo en los bordes, formando un “nido” que deja libre el centro. -Centro del nido: Aquí se colocan los residuos orgánicos de cocina (inclusive restos cárnicos o heces de mascotas si se desea), y se cubren con más material vegetal. Este prensado continuo evita la putrefacción y fomenta la fermentación anaerobia, clave para que el proceso no genere mal olor.

-7. Cierre de la paca: Una vez que la paca ha alcanzado la altura de un metro, se finaliza con una capa compacta de residuos de jardín. Si se desea una apariencia estética, también se pueden sembrar plantas, flores o especies polinizadoras en esta última capa, aprovechando los nutrientes que generará la paca. Finalmente, se retira el molde (levantándolo o desarmándolo por los lados), y la paca queda lista para iniciar su transformación.

-8. Tiempo de transformación: El cubo que queda tarda entre 5 y 6 meses en convertirse en tierra fértil, rica en nutrientes y lista para alimentar huertas o jardines. “En Bogotá, el proceso de creación de pacas digestoras ha cobrado una fuerza notable, convirtiéndose en un verdadero movimiento ciudadano. Como parte de la Red de Paqueros Bogotá, recientemente participamos en el Encuentro Nacional de Paqueros, realizado en el marco de la COP16 y financiado por Ciudad Limpia Cali, un hecho histórico considerando que los operadores de aseo no suelen respaldar iniciativas que reducen la cantidad de residuos enviados al relleno sanitario.” contó Sánchez. Esta expansión responde no solo a una necesidad ambiental, sino también a una profunda necesidad social: las pacas se han convertido en una excusa para que las personas se encuentren, compartan y reconstruyan vínculos en una ciudad cada vez más individualista. El simple acto de compostar ha abierto espacios de conexión y organización comunitaria. De hecho, el proceso de compactación de las pacas no es solo técnico, también es festivo y cultural. Durante las jornadas se canta el “himno paquero”, se baila carranga, joropo y otros ritmos, mientras se comparten experiencias y saberes con vecinos y visitantes. Esta dimensión lúdica ha generado incluso un lenguaje propio entre quienes participan: ya se habla de “pacar”, “pacatería” o de que “todo está pacano”.

Hoy existen puntos paqueros en todas las localidades de Bogotá, visibles a través de un mapa georreferenciado accesible para quienes desean unirse. Las actividades se realizan, en su mayoría, los domingos a las 10 de la mañana, y cada comunidad adapta su dinámica según sus posibilidades: algunas usan moldes fijos, otras moldes plegables que solo salen para las jornadas. En Castilla, por ejemplo, pasaron de no tener ni una sola paca a contar con cuatro espacios activos (Huerta Monterrey, PacaKcastilla, Acuma y Doña Fidelia). Este crecimiento fue posible gracias a un tejido de personas comprometidas, que desde 2020 consolidaron una red viva, resiliente y profundamente esperanzadora. A pesar del entusiasmo y los beneficios ambientales, implementar pacas digestoras no está exento de dificultades. En Castilla, varios procesos han sido desmantelados por desconocimiento o falta de respaldo institucional.

“Uno de los casos más frustrantes ocurrió en el Humedal de Techo, donde se desarrollaban actividades de educación ambiental y se buscaba visibilizar este ecosistema poco reconocido. Bastaron un par de quejas de vecinos para que llegara la Policía Ambiental y desmontara todo, a pesar de que las pacas no solo son inofensivas, sino beneficiosas: capturan carbono y evitan la emisión de gases de efecto invernadero. Frente a estos casos, muchas veces solo queda negociar, pedir que no se remuevan las pacas prematuramente y explicar que se integrarán al suelo sin causar daño”, dijo la experta.

También influye la falta de conocimiento sobre su correcta elaboración: una buena paca debe tener un “nido” de hojarasca de al menos 15 cm que cubra los residuos en el centro, sin que estos queden expuestos. Esto evita olores, plagas y mejora el proceso de fermentación. Aun así, estas quejas obligan a pausar o cambiar de lugar, lo que desgasta a quienes lideran estas iniciativas.

Un obstáculo adicional es la disponibilidad de hojarasca, fundamental para construir el “nido” de las pacas. Desde la Red de Paqueros se han hecho esfuerzos por articularse con entidades como la Secretaría de Ambiente y los operadores de aseo, pero aún no hay una voluntad clara ni una política que respalde esta labor ciudadana.

“Algo curiooso es que muchos confundieron los procesos paqueros, que aún se manteniendo mucho en procesos comunitarios, con proyectos institucionales, enviando tanto felicitaciones como quejas a las alcaldías. Este interés, al menos, ha impulsado la creación de una guía o protocolo en Bogotá conjunto con entidades y expertos como Guillermo Silva, con el fin de formalizar la práctica y evitar malentendidos”, explicó.

A nivel estructural, aún falta mucho camino por recorrer. Aunque la CAR ha empezado a reconocer los aportes del movimiento paquero, y se habla de posibles incentivos como una tarifa diferenciada en el servicio de aseo para quienes gestionan sus residuos orgánicos, no hay garantías de implementación a corto plazo. Por ahora, el movimiento sigue siendo ciudadano y voluntario.

“El mensaje final es una invitación directa: acérquense a un punto paquero, búsquenlos en el mapa o escríbanle a alguna red comunitaria como Huerta Monterrey FM, Pakcastilla o Paquerxs Bogotá. Si no pueden participar activamente, también hay alternativas de pago con iniciativas como Más Compost, que recogen los residuos de quienes no tienen tiempo para pacar. Lo importante es encontrar una forma de ser parte de la solución” finalizó.

 *Periodista. Productora audiovisual. Animadora digital. Medioambientalista social. @leidyramirezbLbarbosa@elespectador.com

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