Por: José Manuel Herrera Brito

Vistos los no muy lejanos aconteceres, es evidente que nuestra democracia no puede resistir más embates en su integridad jurídica. Los severos ataques a su estructura consiguen hacerle el daño que los populistas buscan en el convencimiento que ganan terreno, y así parece, cuando te cortan las piernas y luego te proveen las mulatas para aparecer como los salvadores. En esto del populismo no hay límites.

No es posible que los delincuentes de toda laya tengan más derechos que sus víctimas. Que las leyes se hubiesen aprobado sí o sí y porque sí, aunque salteadas fueran todas las normas tradicionales del funcionamiento del Congreso. Donde la Justicia fue un instrumento del Poder Ejecutivo. Donde otros fueron y son los enemigos a castigar. Donde los medios de comunicación consintieron lo cual a cualquier precio.

Estamos viviendo en aras de un populismo del que muchos acogen, la justificación a ultranza de los delitos como parte de su actuar, cual penoso espectáculo puesto en marcha y orquestado por dizque progresistas, como una muestra evidente del vamos por todo, sin importar las secuelas que sus procederes y procedimientos dejen en su desgraciado y devastador trasegar. Dirigen ellos un circo, no solo malo, pésimo y de mal gusto, sino malintencionado por su fondo. No puede pretenderse gobernar con caprichos, odios y ambiciones populistas con el fin de aumentar en imagen positiva.

La realidad debe obligar a estos gobiernos a admitir sus fracasos, y ver en y desde la realidad unos territorios que los llenan de culpa, al observar en ellos inequidades, desigualdades e injusticias, así pretendan hacer creer lo contrario. Por favor, no más ingenuidades, no nos creamos el cuento. No confiemos en gobiernos mentirosos. En cifras maquilladas. En comunicados embusteros. En índices inexactos; y menos, cuando lo que se impone con miras a jalonar todos en una misma dirección que nos lleve al puerto seguro de un totalizador progreso, es un llamado sincero a pensar en un clima de diálogo y convivencia política en bebeficioo colectivo.

La política sucia de la que como ciudadanos estamos hastiados hasta la saciedad, que no creemos por los resultados y las evidencias que a la vista están, ni una sola una palabra de los vaticinios, metas, proyecciones, y cifras que se manejan oficialmente, sobre todo por cuanto nada es verdad, solo palabras engañosas. Siempre en estos casos, y es lo de esperar, una vez más como todas las veces, la política sucia le gana de lejos a la política bien y mejor intencionada. Obligados estamos a renacer de entre las cenizas de la ignominia, el deshonor, el descrédito y la desfachatez, lo que debe ser un derecho. saramara7@gmail.com

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